Miércoles 11 de agosto, 2004. San José, Costa Rica.



 

Mente Sana

Obesidad

Erick QUESADA (*)

Se considera obesa a una persona que haya aumentado su peso esperado según su altura, sexo y edad a base de grasa corporal en más del 20 por ciento en los varones y del 25 por ciento en las mujeres.

El aumento de casos de obesidad se ha dado, prácticamente, en todo el mundo. Eso ha llevado a las autoridades de la salud pública a considerarla epidemia. Entre sus causas está la predisposición genética. Sin embargo, el desarrollo de la obesidad depende mucho de factores ambientales relacionados con el estilo de vida, como los hábitos alimenticios y si se practica o no alguna actividad física.

Dentro de las causas biológicas se encuentran enfermedades como el hipotiroidismo y algunos trastornos neurológicos. Sobre los factores psicológicos se ha dicho mucho. Algunas de las ideas más aceptadas señalan que la persona obesa aprendió a equiparar o a identificar la comida con el afecto, probablemente desde su infancia, por lo que tiende a compensar los sentimientos de falta de afecto, ansiedad e inseguridad comiendo.

También se considera que la obesidad podría ser una forma a través de la cual la persona establece un distanciamiento físico y afectivo con quienes le rodean como producto de experiencias traumáticas pasadas. Dado que la gordura es rechazada socialmente, ésta podría (inconscientemente) servir a la persona para sentirse a salvo ante el temor de que otras puedan acercársele para dañarla nuevamente, reduciéndo así los sentimientos de vulnerabilidad.

Especialistas han encontrado en estas personas dificultades con su autoestima, su esquema corporal, su vida sexual y sus relaciones interpersonales, así como patrones de comunicación inadecuados que les impiden expresar libremente sus emociones.

La obesidad es un importante factor de riesgo para el desarrollo de ciertos males (hipertensión, del corazón, dificultad para respirar durante el sueño y algunas formas de cáncer asociadas a los trastornos hormonales).

Preferiblemente, su tratamiento debe ser médico, nutricional y psicológico. Este último tratará de hacer que la persona reconozca los factores emocionales asociados a las situaciones y eventos que le hacen comer sin medida, y de facilitarle el aprendizaje de formas asertivas y sanas de enfrentarlas.

(*) equesadar@racsa.co.cr

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