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Perspectivas
Caro precio Eduardo Castro
Una pésima imagen ha transmitido la Asamblea Legislativa al país y a quienes nos observan desde otras naciones. En una acción con visos de chantaje, un grupo de diputados votó contra otorgar permiso de ingreso a Costa Rica a naves de los Estados Unidos, cuya llegada tiene un fin muy loable y de la mayor importancia: combatir el narcotráfico.
Un grupo de diputados antepuso el interés del país y hasta de la comunidad internacional –recordemos que el delito de tráfico de drogas es tipificado como de orden internacional– para privilegiar a un grupo de empleados estatales, los controladores aéreos, cuya prolongada huelga había sido declarada ilegal por los tribunales competentes.
Es decir, los señores que se sientan en las curules de Cuesta de Moras, a quienes es mucho darles el nombre de legisladores, dieron prioridad a quienes irrespetaron las leyes nacionales, y de paso enviaron la señal a los narcotraficantes de que podrían haber llegado a usar nuestros cielos y mares para, impúnemente, seguir en sus criminales actividades.
Por algo, día a día, la Asamblea Legislativa se hunde cada vez más en el desprestigio y descrédito.
Si hace unos pocos años alguien hubiera asegurado que al Congreso tico le iba a llegar el momento en que no le importara dejar en libertad al narcotráfico en sus criminales acciones, nadie le hubiera creído, pero así sucedió.
Ante tan deprimente panorama, no queda más que esperar que se produzca un milagro para que Dios ilumine a nuestros ínclitos diputados y logren dicernir entre lo bueno y lo malo, entre lo legal y lo ilegal, y se dejen de prestar a juegos que ningún bien hacen a los sistemas legal y democrático del país, hoy otra vez burlados por quienes violaron nuestra legislación y desde el viernes volvieron a sus puestos laborales, con más dinero, y sin las sanciones legales de rigor.
Como inclaudicables optimistas que somos, solo nos queda decir: todo es posible en nuestro remedo de estado de derecho. Ojalá así sea.
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