Jueves 24 de junio, 2004. San José, Costa Rica.


 


 

Perspectivas

Échame ese toro... pinto

Edgar Fonseca

Ver la magia checa en la Eurocopa y poner los pies en la realidad de nuestro valle, aclaro, no el del Sol... “Estoy cansado”, dijo un tal Centeno mientras salía arrastrando los pies y el rostro de la vergüenza que nos hizo pasar a los ticos el domingo ante Cuba.

Dios libre, el árbitro jamaiquino hubiese extendido un minuto aquel suplicio; de seguro estaríamos relinchando ya fuera de toda opción para Alemania 2006.

Lamento la salida de Sampson. Se trata de un señor profesional, serio, pero sin futuro en este clima de irresponsabilidad al por mayor. Su pecado mortal fue aclimatarse tanto al Valle Central; terminó “aticado” y quedó presa de la improvisación, del pura vida, del pinto y otros condimentos. El domingo, a mediodía, le llegó la medianoche y con la primera potencia deportiva latinoamericana al frente. ¿O no?

Hablar de procesos con él es desafortunado.

Tuvo, a ratos, grupos de jugadores para unos eventos y encuentros, y le exigimos la magia checa. Angurrientos que somos. Pero él ya estaba “aticado”.

“Me conformo con un empate”, nos dijo antes de ir a Cuba y logró un récord Guinnes. Aquel empate se le prolongó del Pedro Marrero, en La Habana, al Morera Soto. Adiós, don Sampson.

Y que nos echen ese toro... Pinto.

Me dicen que este paisa no es de muy buenas pulgas; que impone su ley. Y punto.

Pinto nos conoce, nos tanteó. Sabe de nuestras pulgas y defectos y virtudes. No me agrada su gusto por los 1 a 0 o los 2 a 1. No me agrada su conservadurismo táctico, como diría un entendido. En fin, no me gusta ese gusto suyo por andar en el filo de la navaja.

Aún constipado por la cantidad de opciones falladas, vilmente, el domingo, creo que, con mayor disciplina y entrega, el talento tico, mejenguero, tan envidiado en el área y más allá, podría colmarnos de mieles en cada jornada de la eliminatoria encima.

Viene la era Pinto.

Que se cuide hasta el más pintado porque este barranquillero tiene una tarea nada envidiable: salvar la barca en mar picado y con motín a bordo.

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