¿Cómo dice?
Luces de la ciudad Ana Coralia Fernández
La luz está en rojo.
Dicen que la necesidad tiene cara de caballo.
Yo diría que los tiempos la han obligado a tener cara de creatividad.
Solo hay que echar un vistazo por rotondas y esquinas: músicos, saltimbanquis, malabaristas, vendedores de fajas, estuches para celulares, tártaras, frutas, antenas, pipas, alicates, lapiceros, melcochas y una lista interminable, y siempre renovada, de artículos curiosos que se ofrecen aquí y allá.
Una legión de trabajadores informales sale cada día a tomar sus puntos estratégicos para “torear”, en el inmenso redondel de la ciudad, a carros y choferes.
De acuerdo con el último informe del Estado de la Nación, este tipo de economía informal ha mantenido a estas familias en la frontera invisible y aterradora de ingresar a la estadística de la pobreza.
Sin importar la edad o el sexo, en la calle encuentran el sustento, corriendo entre luces rojas y verdes, de esquina a esquina, avisándose con silbidos quién quiere mandarinas, periódicos o bolas de naftalina.
Lo cierto es que de una u otra forma hay demanda. Si no, este modo de ganarse la vida no iría ganando terreno, literalmente.
A veces molestos, a veces oportunos, estos “ejecutivos urbanos” nos dicen, entre oferta y oferta, que son tiempos para pellizcarse; que ya no basta con extender la mano; y que su dirección electrónica permanente es lacosaestádura.com.
La luz está en verde.
Ellos quedan atrás, pero en la siguiente rotonda, o a la vuelta de la esquina, su pregón como un grito desesperado se estrellará en el parabrisas.
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