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Con un inquebrantable espíritu de superación y aferrada a los beneficios del estudio, Amanda López, de 50 años, pasó de conserje del Liceo de San Carlos a orientadora del Liceo de Florencia.
José RIVERA/Al Día
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De conserje a orientadora Juan Pablo CARRANZA
jpcarranza@aldia.co.cr
Ciudad Quesada.- Durante cuatro años, Amanda López se refugió en los baños del Liceo de San Carlos para dejar a un lado las escobas que utilizaba en su trabajo como conserje en esa institución y sustituirlas por los libros, que hoy, le dan empleo como orientadora en el Liceo de Florencia.
Con mucha valentía, por afrontar los sacrificios de tener que llevar sobre sus hombros el peso de la familia, un trabajo y una carrera, Amanda cuenta ahora que “todo valió la pena”.
El camino al éxito empezó a inicios de la década de 90, cuando Amanda, quien tenía más de cinco años trabajando como conserje del Liceo de San Carlos, decidió que no se conformaría con el título de bachiller del colegio.
“La Universidad Latina, con sede en el Liceo, decidió abrir la carrera de orientación. Yo no lo pensé mucho, supe que era una gran responsabilidad, pero tenía ganas de superarme”, cuenta López.
Así, durante los casi cuatro años que duraron sus estudios superiores, Amanda aprovechaba los ratos libres en el trabajo para estudiar y hacer tareas, ya que en su casa -confiesa- le gusta dedicarse solo a la familia.
Amanda se destacó en los estudios en forma rápida, ella recuerda como sus compañeros del Liceo, le decían que buscara un trabajo donde pudiese mostrar todo lo que sabía. Sacrificios“En 1996 me ofrecieron una plaza como orientadora en el colegio de Guatuso, yo la acepté inmediatamente, no iba a dejar pasar la oportunidad”, aseguró.
Durante el año y medio que trabajo en Guatuso, Amanda visitaba a su esposo e hijo en Ciudad Quesada, solo los fines de semana.
“Yo me iba a Guatuso los domingos en la noche y me venía de allá los viernes después de clases. Fue muy duro para mí estar alejada de mi hogar, pero ellos me apoyaron en todo, sabían que yo me estaba realizando como una profesional”, recordó.
El tiempo premió el esfuerzo de esta mujer emprendedora: en 1998, el Liceo de Florencia la llamó para entregarle el puesto oficial de orientadora.
“Ahora estoy muy bien, estoy en mi casa con mi familia y trabajo en lo que siempre quise. Tengo 50 años, soy una mujer realizada. Me gusta contarle mi historia a los estudiantes, para que ellos vean como, con esfuerzo, todo se logra”, dijo esta antigua conserje, convertida hoy en licenciada en Orientación.
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