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Manuel Moas para /Al Día
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La Historia de don Cipriano
Por Manuel Moas
No le pido que me crea la historia que voy a contarle; estaría trastornado si la tomara por cierta, a pesar de que escuché y vi todo con claridad. También quiero agregar que desde pequeño me gusta decir la verdad y ayudar al próximo, me dijo cierto día don Cipriano.
Una mañana, en que llevaba la carreta llena de verduras de la finca de mi padre al pueblo cercano, en un recodo del camino, observé que un hombre dormía en una zanja. A su lado, tenía unas gallinas atadas con mecate de color rojo a los extremos de una vara, para transportarlas al hombro.
Pensé que alguien podría robarle las gallinas y me dije: lo mejor es despertarlo y así lo hice. El individuo agradeció mi acción y yo continué el viaje.
Unos días después, en el pueblo se celebraban las fiestas del santo patrón y decidí ir hasta allá.
Cuando estaba entre los chinamos, se me presentó un hombre cuyo rostro se me hizo familiar. Aquel hombre me dijo: “Yo soy aquel que dormía en la zanja con las gallinas al lado; le agradezco el favor. Ahora lo invito a comer”.
Al terminar expresó: “voy a decirle quién soy”.
Después de una pausa, explicó: “soy un duende que en ciertas noches aumenta de tamaño hasta quedar a la altura de una persona y voy a robar gallinas; eso me divierte muchísimo”.
Yo pensé que estaba tomándome el pelo, como si ese fuera el Día de los Santos Inocentes. No recuerdo lo que hablamos, pero sí lo que dijó al despedirse: “le devolveré el favor”.
Pasados unos días, cuando mi mamá abrió la puerta del corredor, halló frente a ella dos gallinas atadas con mecate de color rojo...
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