Tribuna libre
Oigamos la respuesta Carlos Freer
El 12 de octubre de 1964, empezó una de las más fascinantes experiencias de la comunicación radial.
A través de la frecuencia de Radio Monumental, llegó una invitación a elevar el espíritu en una novedosa aventura del pensamiento, buscando respuestas a inquietudes milenarias, dudas sencillas, aunque perennes, saber atávico, conocimiento popular.
Hace ya 40 años, con voz alegre, envolvente y armoniosa, “llegó la escuela... llegó cantando”, al decir del alegre son.
El programa radial “Escuela para Todos” muy pronto se robó el corazón de una buena parte de los costarricenses y, más pronto todavía, ese inmenso abrazo de cariño y comprensión se extendió por toda Centroamérica.
El método fue sencillo: los oyentes envían sus preguntas sobre lo que desean conocer, y un elenco de investigadores-redactores busca la información. Por radio y por carta se dan las respuestas. Otros oyentes envían más preguntas. Los del elenco del programa buscan otra vez respuestas.
Así se va formando una cadena de comunicación sorprendente en sus resultados. Todos juntos, tratando de comprender lo comprensible. Todos juntos intercambiando experiencias, ideas, sensaciones y sentimientos. Ése es el espíritu de “Escuela para Todos”.
El idioma, necesariamente, ha de ser sencillo y claro. Directo y al grano. Respetuoso, reconociendo la dignidad de quien escucha, y que, si duda y desconoce, es porque ello forma parte de nuestra condición humana, pero que sabe cosas que yo no sé.
Así como corren los vientos, que todo lo penetran, que suben por lo alto de los montes, se expanden raudos por las riberas de los ríos, y avanzan por cálidas planicies y costas, visitando humildes chozas aquí y allá, envolviendo caseríos, pueblos y comunidades, así se empezó a manifestar –en un milagro de comunicación– el saber profundo de seres abrazados a la tierra, limpios de alma, extasiados ante la grandeza de cielo y mar, respetuosos siempre de la inmensidad.
A través de sus 40 años de existencia, el programa “Escuela para Todos”, del ICECU, ha vencido todos los obstáculos habidos y por haber, incluyendo la acongojante guerra que azotó el suelo centroamericano.
Y junto al libro almanaque anual, con tirajes sin parangón, fue uno de los grandes legados que nos dejó el bondadoso Dr. Roderich Thun, a cuya memoria hoy se rinde un justo homenaje.
– ¿Dónde está el viento cuando no corre?
– Oigamos la respuesta.
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