Tribuna libre
Algunos se comen la piña... Carlos Freer
Si estoy entendiendo bien lo que leo en la prensa, tal parece que algunos de los directivos de la corporación (no vale la pena mencionar cuál) están muy molestos con sus dos presidentes –el de la directiva y el ejecutivo– por el asunto de la comisión (tampoco vale la pena decir cuál).
Todo ello, con respecto a un préstamo de $39 millones proveniente de un país nórdico, suma similar al costo total del nuevo hospital de Alajuela.
Supuse que la molestia era porque consideraban un abuso cobrar semejante comisión por un préstamo sumamente blando, ofrecido por un gobierno más o menos amigo, para que la CCSS comprara equipo médico que, en teoría, serviría para atender los quebrantos de salud de los costarricenses.
Pero el gesto de satisfacción con que empecé a leer la noticia fue desapareciendo, conforme me enteré de cuál había sido el motivo de la molestia: no por el cobro de la comisión (aquí no estamos para gestos altruistas, aunque medien las circunstancias que están mediando, ¿eh?), sino porque esos personajes –los dos presidentes– decidieron que la apetitosa comisión no entrara a las arcas de la corporación. Y de verdad que todavía no salgo de mi asombro.
Entonces, lo malo no fue que al tal préstamo le metieran un ñangazo de más de $8 millones. ¡No! Lo malo fue que esos dólares cayeran en otras fauces.
Si usted compra un celular, el vendedor se gana un porcentaje. Lo mismo ocurre, si se compra un televisor o un DVD.
Por esa razón, digamos que uno puede “entender” que por cada marcapasos, equipo para TAC, instrumental quirúrgico, jeringa, bidé o lavativa que se adquirió con el préstamo de marras, quienes “lo consiguieron” se hayan ganado su comisión de venta. Ya con eso pudieron obtener una jugosísima ganancia (habían hecho poco por la causa, pero “merecidamente” habrían logrado su buena tajada).
Lo que no se puede entender, ni admitir, es que además se chupen otra enorme comisión, la desvíen, le cambien de nombre, la escondan, nos la dejen como deuda a todos los demás mortales que habitamos en este país, y, encima, que otros señores, muy orondamente, digan que lo malo fue mandarla a otras bocas.
Llegó la hora de que entiendan que no podemos seguir abusando de la piña, pues ya a todos nos está doliendo la panza.
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