Martes 22 de marzo, 2005. San José, Costa Rica.



 

Imágenes del intento de asalto y secuestro a la sucursal del Banco Nacional en Monteverde

Perspectivas

Candidatitis

Eduardo Castro

Observando la labor que han desarrollado los actuales diputados, no queda más que preguntarse: ¿con qué propósito varios de ellos lanzan sus nombres para convertirse en presidente de ese poder de la República?

Y la pregunta tiene total validez, pues resulta curioso que haya quienes pretendan ser la cabeza del más inoperante de los poderes estatales. Realmente, en lo personal, no me sentiría bien al saber que dirijo un órgano vital del Estado que ha venido demostrando a diario su inoperancia y descrédito.

Leyes importantes hacen una larga e interminable fila, mientras los diputados toman años para reformar un reglamento al que siempre se le achacan las fallas humanas, y que solo ha servido para que el Parlamento se estanque y no camine con la celeridad que el mundo de hoy demanda, sobre todo en asuntos vitales para el país.

Aunque en los congresos es donde se vive la más pura politiquería o política de campanario, en el nuestro la falta de interés sobre los grandes temas da como resultado que las iniciativas importantes reciban el mismo trato que el asunto más fútil.

Grandes fueron las expectativas que se abrieron, luego de pasadas las elecciones nacionales. El bipartidismo se había quebrado en la Asamblea. La atomización creó en algunos grandes esperanzas, pero la realidad ha venido a demostrar que caímos del fuego al brasero.

Los costarricenses tenemos muy claro que nuestro Parlamento está ahí por el folclor de algunos de sus integrantes (uno de ellos se encaramó el viernes en el Monumento Nacional, otro con gorrito de tribu africana, algunos con enredos por dineros de obras públicas, y no falta el que no sabe si ser candidato derrotado de su partido o presidente de la Asamblea).

Pero es bueno, sin duda, tener presente lo que ha acontecido en estos casi tres años de Congreso y en las acciones vergonzosas de algunos de sus integrantes, para meditar bien el voto el primer domingo de febrero del próximo año, y cobrarles con creces su mediocre actuar.

Es hora ya de que los costarricenses ejerzamos el voto-castigo, pues las agotadas agrupaciones políticas no han dado pie en bola, y merecen que se les dé la espalda.

Hay que buscar nuevas opciones, no por partidos, sino pensando en personas esclarecidas que, con autoridad y sabiduría, levanten la imagen del hoy muy mal llamado "primer poder de la República".

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