La pura verdad
El otro Líbano Edgar Fonseca Director
El Gobierno se mete de lleno en el laberinto de la pacificación colombiana. En las aguas más turbias del acontecer geopolítico regional.
Intereses norteamericanos, cubanos, venezolanos, para empezar, se mueven a todo galope, en ese conflicto, el de más larga data en el continente y ahora don Óscar se suma.
A la sombra, la gravitación de las fuerzas guerrilleras más viejas y corruptas de Latinoamérica, las FARC: esa amalgama de terroristas y narcotraficantes en que devino el movimiento campesino original que, con Marulanda, diera nacimiento en los sesenta.
Otro protagonista rutilante: las AUC, tenebrosas fuerzas paramilitares, responsables de masacres en la reciente convulsión de esa nación, algunos de sus representantes fueron recibidos, sin merecerlo, con alfombra roja en San José. Muchos de ellos andan aún en tareas de exterminio con toda impunidad.
Sobre unos y otros, incluido todo el directorio de las FARC y todos los capos de las AUC, penden órdenes de captura y extradición a EE. UU. por su nexo con el negocio multimillonario del narcotráfico.
No olvidar en ese ajedrez a las ELN, otras disminuidas fuerzas que, hasta hace unos días, antes de que el comandante cayera inconsciente, cocinaban un "bandeja paisa", en La Habana.
Sería bueno que el Gobierno así como fija su prioridad en el Líbano de Suramérica, decrete alerta nacional por la penetración de toda la mafia terrorista y narcotraficante colombiana. Uno de esos asesinos cayó como inocente pescador en El Cocal.
Semanas atrás fue Libardo, hombre clave en este engranaje, detectado como "Pedro por su casa" en Escazú. Y contactos estelares habían penetrado lo más profundo del ICE.
¿No es esta una real amenaza a la seguridad nacional?
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