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 Nacionales Domingo 02 de diciembre, 2007, San José, Costa Rica.
   

Primer domingo de Adviento

Estén prevenidos

Álvaro Sáenz, Presbítero

Feliz año nuevo. En el 2008 nos haremos acompañar por San Mateo. Queda atrás San Lucas, el de la misericordia. Ahora nos catequizará quién escribiera a creyentes e iniciados, para enseñarnos la fe de la Iglesia y mostrarnos al Señor Jesucristo, que reina entre todos nosotros.

Partimos de una premisa: el Señor viene. Esto es seguro, aunque no sabemos cuándo. Por eso, al hablarnos de los últimos tiempos, San Mateo, en su lenguaje ácido y simbólico, apocalíptico y con duras señales, quiere ayudarnos a preparar el encuentro con Jesucristo. Quiere urgirnos a no “dormirnos en los laureles”.

Es evidente que muchos se agitan por saber “cuándo vendrá el Señor”. Hoy aprenderemos a cancelar tan insana curiosidad para asumir más bien la “vigilancia”. El Señor vendrá sin aviso, como pasó con Noé y el diluvio. Por ello hay que prepararse a recibirlo cuando llegue.

Al anunciar esa inesperada llegada, Mateo utiliza imágenes de un acontecimiento reciente para él: la caída del Jerusalén (el evangelio se escribió posiblemente después del año 70).

Se basa en esos terribles recuerdos de la brutal y sorpresiva muerte de un enorme número de sus habitantes que trajo consigo la caída, para decirnos de nuevo que no debemos descuidarnos, sino vigilar.

Hoy Cristo nos dice: “Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor” y nos pone un ejemplo muy práctico, sobre todo para quienes vivimos violencia e inseguridad ciudadana: la visita de los ladrones. Si supiéramos a qué hora van a robarnos, no cometeríamos errores, cuidaríamos el sitio del asalto, llamaríamos con tiempo a la policía, en suma, estaríamos vigilantes.

Desechemos ese “querer saber”, esa curiosidad casi instintiva. Preparémonos. Algunos no creen que Cristo vaya a venir. Otros no perciben en el mundo de hoy señales de madurez, y acaso por ello el Señor nos dará un tiempo más.

Pero hay que tener claro que, si tal vez el mundo no vea un inminente final estruendoso, nosotros sí que lo veremos, nuestra vida terrena se acaba. Tampoco sabemos cuando, pero será tarde o temprano.

Es tiempo de espera. El creyente sabe que Navidad es Cristo. Pero hoy muchos hundidos ya en un festejo muy poco cristiano, conducidos a una vorágine de excesos y abusos por elementos extraños, fantasiosos y comerciales (nieve, renos, “colachos”).

Tomemos en serio estos días, sensibilicémonos en la segunda venida del Señor. Es urgente. La fiesta ya vendrá luego.

Extraviarnos es como usar drogas que nos atontan, que solucionan momentáneamente la amargura.

No es tiempo de fiesta, debemos estar preparados: “porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”.

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Tomemos en serio estos días, sensibilicémonos en la segunda venida del Señor. Es urgente. La fiesta vendrá luego.
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