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Documental Sharkwater, filmado entre el 2002 y 2003 en aguas costarricenses, muestra desaleteo Crueldad con tiburones ante los ojos del mundo Presidente Arias afirma que para lavar la cara del país hay que acabar con esa práctica ilegal / MINAE asegura que imágenes no coinciden con la realidad actual del país Alejandro Arley Vargasaarley@aldia.co.cr El filoso cuchillo corta sus aletas mientras un gancho le atraviesa la piel. Aún vivo lo lanzan al océano, se retuerce, intenta nadar, pero su destino es morir desangrado en las mismas aguas donde antes reinaba.
La crueldad con los tiburones cerca de la Isla del Coco sucede ante los ojos del mundo. Como muchos otros, me toca verla en el cine, pero, por desgracia, no se trata de ficción, sino de terror real. En la sala solo hay tres personas: doña María Rodríguez, su hija Mariana de 16 años, vecinas de Curridabat, y yo. A los segundos, las luces se apagan, los anuncios pasan y durante hora y media el documental Sharkwater (Tiburón-Agua) le tira a uno la verdad en la cara... la que duele. El biólogo y fotógrafo submarino Rob Stewart filmó entre el 2002 y el 2003, la forma en que pescadores inescrupulosos atrapan tiburones solo para cortar sus aletas y exportarlas a países de Asia, donde son consideradas un manjar al ponerlas en sopa. Recuerdo entonces los datos de la organización Mar Viva que estiman que desde 1991 hubo una disminución del 60 por ciento en la abundancia de tiburones en aguas costarricenses. Después de las imágenes que nos ponen por el suelo, empiezo a buscar a las autoridades. Al presidente Óscar Arias lo encuentro en el Museo Nacional. “Don Óscar, ¿ya vio el documental Sharkwater?”, le digo. “No”, responde directo. “¿Pero sabe de qué se trata?”, insisto sin ser majadero. “Sí. Para comenzar eso sucedía antes, no fue en este Gobierno. Pasa en muelles privados donde el Estado no tiene vigilancia, menos en la noche”, afirma. Arias sostiene que hay crueldad y falta de humanidad en los pescadores que por dinero matan a los tiburones solo por cortar sus aletas. “¿Habrá necesidad de lavarle la cara al país, don Óscar?”, vuelvo a preguntar. “Sí, la mejor forma es acabando con eso”, contesta y sigue su marcha. Respuestas muy parecidas encuentro en el Ministerio del Ambiente e INCOPESCA. “Lo primero que hay que aclarar es que las tomas no coinciden con la realidad. Eso fue grabado hace cinco años cuando no había legislación en ese tema”, explica el viceministro del Ambiente Jorge Mario Rodríguez. “No me asusta la película, me parece bien, nos obliga a poner atención”, dice el funcionario. “En Sharkwater, hablan de una mafia instalada en Puntarenas, que se dedica al desaleteo”, replicó el Viceministro. “No puedo decir que sea una mafia. Sí le digo que muchos barcos que estaban dedicados a esa actividad se fueron del país”, responde. Solo queda un paso: hablar con Rob Stewart. Mando todas las preguntas que se me ocurren a su correo electrónico, pero una de las productoras responde que el biólogo está enfermo y no podrá atenderme. Ayer el “mail” trajo una esperanza. “Voy a responder tus preguntas en un par de días. Gracias por divulgar nuestro mensaje”, dice Rob. No quiero dejarlos con el clavo, pero apenas el señor Stewart responda, les cuento qué dijo de todo esto. Mientras tanto, les recomiendo Sharkwater a ojos cerrados, porque la verdad no peca... pero incomoda.
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