Ana Coralia Fernández, periodista
paradigma@racsa.co.cr

Aterrada por el suceso donde un chofer de bus baleó a un joven al que no le alcanzaba el pasaje por cincuenta colones, decidí generar alguna estrategia para transportarme de modo que no fuera tan caro como un taxi, ni tan inseguro como andar en cazadora.

Aquí algunas consideraciones:

1. Gasolina no bajará.

2. Aumentarían días de la restricción vehicular.

3. Rutas intersectoriales en la cola de un “venao”

4. Mientras el tren resuelve otras rutas pasarán más de mil años.

Entonces me fui al Mercado Central y allí encontré la respuesta a mis plegarias. Pagué por él mil seiscientos pesos con rebaja. Lo escogí veteado con adornos colorados. Me encaramé en su lomo y salimos en carrera compitiendo con motos y bicicletas.

No gasta combustible y no hay que llevarlo a RITEVE. Como un exótico animal mitológico, tiene parte de animal y parte de persona.

Mis zapaticos brillantes son sus dos pezuñas y si lo quiero a pasito trotón solo pego unos cuantos brincos como una yegua de tope.

No se lo roban, ni paga seguro Su marchamo es mi derecho constitucional de libre tránsito.

Me espera hasta que termine la jornada, no patea, no suena, ni hay problema de placas.

Él es bueno, prudente y callado, paciente y nunca malo; con él camino ciudades y valles. Les presento, a mi caballito de palo.