Ana Coralia Fernández, periodista
paradigma@racsa.co.cr

Se acerca el Día del Padre, siempre cargado de gran emotividad en los anuncios de electrodomésticos.

En lo personal –debo confesarlo–, mi relación con mi papá fue intermitente. Él se iba y venía como las olas del mar, y eso lavó poco a poco nuestra cercanía.

Por eso, en estas fechas, pienso en cómo se sentirán los hijos e hijas con historias como la mía, y aprovecho para felicitar a los papás valientes y entusiastas que asumen su paternidad como un reto.

A los leales y fieles, que trabajan por un presente mejor para sus niños y por mejores hijos. A los cariñosos y locos, que son para sus críos ídolos de chistes y cosquillas.

A los que preocupados y justos, enderezan el árbol torcido. A los que no acuden al látigo para corregir, ni temen al abrazo y a la ternura.

A los que quedaron solos en la tarea y la asumieron con entrega y gallardía.

A los que sin depender de un estado civil, dan por sus pequeños todo cuanto pueden.

A los que desde la lejanía están presentes con pan y leche, zapatos y cobijas.

A los que se hicieron cargo de hijos ajenos y se ganaron su corazón para toda la vida. A las mamás que son como “papás”, y a los padres que traspasaron la muralla de la muerte, para ser recordados con gratitud, nostalgia y alegría.

A los que tejen gratos recuerdos en cada pedacito de día. A todos, un abrazo fuerte y el deseo de que no claudiquen en la misión que les ha dado la naturaleza. Será compensada con creces.