Alejandro Arley Vargas
aarley@aldia.co.cr

Sentados en círculo, los chiquillos de sétimo del Colegio Diurno de Limón escuchan la voz grave de Evelia Goulbourne, profesora de educación física con 21 años de experiencia.

La cancha de baloncesto de Cariari se puede usar con toda tranquilidad solo por la mañana.

Después de las dos de la tarde, la situación cambia con “los grupitos”, como les llama la educadora, que llegan a fumar o a tomar.

Esta es la dura realidad de Limón. Mientras la gente honesta y trabajadora quiere hacer su vida con normalidad, el hampa impone sus reglas.

El centro de Limón, Cieneguita, Envaco, Corales, La Colina, Bella Vista, Limoncito, Liverpool, Limón 2000 y Pacuare, son lugares marcados por la droga y la delincuencia, según el OIJ.

Hasta el jueves pasado, se contabilizaban 33 homicidios en lo que va del año.

“Es la cantidad que teníamos en setiembre del 2007”, afirmó Guillermo Bermúdez, director del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) de Limón.

Según la sección de estadística del Poder Judicial, del año 2000 al 2008, la provincia tiene la mayor tasa de homicidios dolosos en el país. Entre el 2006 y junio del 2008, ocurrieron 174 asesinatos.

Historias de dolor sobran...

“El muchacho que mataron antier en Limoncito, estaba en un equipo de fútbol que yo entreno”, expresó Goulbourne.

La provincia del sol, playa y buenas mejengas, ahora es escenario de crímenes atroces, como el que ocurrió hace un año en el hospital Tony Facio, cuando tres sujetos mataron a balazos a un paciente que estaba internado.

La provincia de los cruceros, comida deliciosa y música alegre, ahora ve cómo investigan a dos de sus policías por la supuesta colaboración en un doble homicidio.

“Esto afecta la confianza de la gente y baja la imagen policial”, comentó Bermúdez.

Según el director regional del OIJ, asaltantes de negocios, peatones, casas y cajeros automáticos; sicarios y vendedores de droga operan en la provincia.

La vida sigue...

Pese a este panorama, los limonenses echan pa’ lante y disfrutan de lo que tienen.

“Todo el país es peligroso, no solo Limón. Yo no vivo con miedo aquí”, aseguró el taxista Sherman Sammuels.

“Me quedo con Limón antes que San José, en todas partes hay problemas”, dijo doña “María”, quien tiene una soda en el centro, pero prefirió no identificarse.

Su optimismo se mantiene, pese a que se le han metido a robar varias veces al negocio; la última fue apenas hace 15 días.

A don Enrique Solano, ni un intento de asalto, el martes pasado cerca del rompeolas, lo hace dejar su carrito de copos.

“Empecé a gritar y por dicha el chavalo se fue. Nunca me había pasado algo así”, aseveró este vecino de Barrio Quinto.

“Yo vivo en el barrio Santa Eduviges, es uno de los más bonitos y tranquilos. Espero que siga así por mucho tiempo”, comentó Julio Ramírez, oficial de seguridad en el puerto de Moín.

Al igual que Julio, miles de personas viven a gusto en “el otro Limón”... ese que no asusta.

Oscuridad que cobija al hampa

Se necesitaron las luces altas de un vehículo para tomar esta fotografía. Rafael Pacheco

En Limón, la delincuencia tiene otro aliado: la oscuridad. De noche, el cantón central luce en total penumbra, pues el alumbrado público es deficiente.

“Es una ciudad oscura y eso es una ventaja para el antisocial”, aseguró Guillermo Bermúdez, jefe del OIJ local. Luis Hernández, director regional de la Fuerza Pública, dijo que han pedido al ICE que cambie el voltaje de las bombillas.

“De noche se ve menos aquí que en cualquier otra provincia del país”, agregó.

Un equipo de Al Día recorrió el centro de Limón y Cieneguita la noche del miércoles pasado. Al apagar las luces del vehículo, la visibilidad es mala.

En las inmediaciones del parque Vargas, grupos de jóvenes se reúnen para tomar licor y fumar marihuana. En Cieneguita, las calles lucen desoladas. Algunos jóvenes que estaban en los callejones oscuros miraron detenidamente el carro, para ver si era de la Policía.

“Cualquiera saca pistola”

Doña Julieta. Rafael Pacheco

Doña Julieta Joseph vivió en el Limón de antaño: puertas y ventanas abiertas. Sin embargo, ahora en su casa no faltan los candados y rejas. Esta vecina de Corales asegura que el uso y tráfico de drogas aumentan la delincuencia en Limón.

“Ahora hay chiquillos de 14 o 15 años que asaltan”, comentó, mientras se daba un chapuzón mañanero con su pequeña nieta, en playa Piuta.

“Ya uno no puede ir ni a un salón de baile, porque da miedo una bala perdida. Cualquiera saca una pistola”, expresó. Doña Julieta dice que al Gobierno se le salió la situación de las manos.

¿Cómo es posible que haya muchachos consumiendo drogas a las seis de la mañana a la vista y paciencia de todos?, cuestionó.

Se defendió con un palo

Juan Pablo Brenes no se dejó asaltar. Rafael Pacheco

Por resguardar la platita que se había ganado en el día, Juan Pablo Brenes casi se come una bronca con un maleante, el martes pasado.

Brenes atiende un puesto de frutas cerca del hospital Tony Facio de Limón.

A eso de las 4 p.m., un sujeto “greñudo” lo amenazó con un cuchillo. “Me quiso sacar la plata, aunque ando renco, agarré un palo y lo seguí. No me dio miedo”, contó el comerciante.

“Que paren esto ya, hay mucha violencia. Aquí es muy inseguro”, añadió.

Brenes es vecino de Los Lirios, lugar del que no tiene queja, por ahora. Según contó el vendedor, decidió oponer resistencia al robo, porque el puesto pertenece a su patrón.