Domingo 29 de junio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Fiesta de los dos mil años del nacimiento de San Pablo
San Pedro y San Pablo
  • AlDia.cr
    Cuando Jesús le preguntó a Pedro quién era, este responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga
Presbítero

Hoy el formulario dominical cede su puesto a la fiesta de San Pedro y San Pablo, una de las pocas fiestas que sustituyen el domingo en la vida de la Iglesia.

El diálogo en Cesarea de Filipo lo atestiguan Mateo, Marcos y Lucas. Empieza con una pregunta de Jesús acerca de lo que la gente entiende sobre Él. La respuesta es simple: que eres Juan el Bautista; Elías; Jeremías o algún profeta. Pero Jesús no se queda allí, les interroga directamente: “Y ustedes… ¿quién dicen que soy”.

Simón Pedro ha sido testigo de hechos extraordinarios: la multiplicación de los panes, Jesús caminando sobre las aguas, él mismo que empezó a hacerlo pero le faltó fe, las curaciones. De igual modo ha escuchado las enseñanzas de Jesús, al que sigue desde hace meses y por quien lo ha dejado todo. Por ello, ejerciendo su liderazgo natural exclama: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Hasta allí coinciden los evangelistas. Pero Mateo inserta acá una singular argumentación en torno a Simón, aquel pescador hablador y espontáneo, a quien Jesús desde el principio llamó Pedro, según atestiguan los evangelios. Este discípulo se ha ido perfilando como eje del trabajo de Jesús. De frente al nuevo nombre, los biblistas aseguran que “Pedro” no es nombre, sino que “Pedro” viene de “piedra”, es decir no subsiste sin la idea de “piedra”. Mateo nos aclara así que no era un simple sobrenombre sino un título que Jesús le ponía a Simón. Veamos:

Primero Jesús le identifica: “Simón, hijo de Jonás”. Luego reconoce la acción en él del Padre que está en el cielo, porque Pedro ejerció una acción profética embrionaria. Luego alude al nuevo nombre: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia ”. Simón, la piedra, recibe sobre sí una gran tarea. Era “petros”, que en griego es una piedra cualquiera, y ha sido cambiado a “petra”, es decir, sillar o cimiento de edificio. Pedro será el cimiento de la iglesia de Cristo y recibirá las llaves del Reino y el poder de atar y desatar. Pedro lo asume con sus sucesores y es responsable de la comunidad peregrina al que el infierno no podrá destruir.

Nosotros preferiríamos que el cimiento de la iglesia fuera divino, nos haría sentir más seguros. Pero Jesús quiere que su Iglesia sea como un ser humano, capaz de pasar del inconcebible acto de negar al Maestro, a encontrarle de frente y salir a predicarle; que le reconozca ante el mundo como Señor y como la piedra angular que corona el edificio y le da consistencia y amarre.

Sí, Pedro es el cimiento, y Cristo consolida la construcción. La Iglesia recorre la senda de Pedro y pasa de la debilidad innata a la fortaleza que le viene de Jesús. Cada uno de nosotros aprenda a asumir ese proceso y busque ansiosamente a Cristo haciendo lo que Él diga.

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