Domingo 29 de junio de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Ticos agradecen a Dios estar con vida
A un mes del accidente, las heridas siguen abiertas
Costarricenses tratan de olvidar los segundos de terror que vivieron dentro del Airbus A390 de TACA que se estrelló en el aeropuerto Toncontín de Tegucigalpa, Honduras
  • AlDia.cr
    La familia Marín Carballo es muy devota de San Francisco de Asís pues uno de sus hijos es fraile en Honduras. Rafael Pacheco.

Erick Carvajal M.
ecarvajal@aldia.co.cr

Johel Marín sigue sentando en el asiento del Airbus A390 de TACA que se estrelló hace un mes en el aeropuerto Toncontín de Tegucigalpa, Honduras.

El accidente se niega a salir de su cabeza.

De hablar pausado y sencillo, me cuenta en su casa, en Carrillos de Poás, Alajuela –de donde salió con su esposa el 30 de mayo pasado hacia el aeropuerto Juan Santamaría– que está desesperado por volver a trabajar, pero no puede. Tiene el brazo izquierdo paralizado y los doctores no le han dicho todavía por qué.

“El médico dice que me ve estresado y ¿cómo no voy a estarlo?”, expresa Marín, dueño de un camión para transporte de mercaderías.

“Estoy acostumbrado a salir muy temprano a trabajar y a regresar en la noche, pero ahora tengo 25 días de estar varado. La vida me dio un vuelco”, aseguró.

Ese mismo vuelco lo viven otros de los 17 ticos que sobrevivieron al accidente y que compartieron sus historias con Al Día (vea notas aparte).

Volar por primera vez

Johel Marín viajó a Honduras con su esposa, Carmen Carballo, su hijo José David y su cuñada Miriam.

Iban a visitar a Erick, otro hijo de la pareja, quien es fraile franciscano y a quien tenían más de cuatro años de no ver. “Era la primera vez que viajábamos en avión”, explicó Marín.

Su hijo José David y su cuñada Miriam se fueron un día antes, el 29 de mayo, pero no llegaron a Honduras por el mal tiempo, así que se quedaron en El Salvador.

Al día siguiente se encontraron todos en el aeropuerto salvadoreño y salieron hacia Tegucigalpa. “Estaba feliz porque íbamos juntos”, manifestó la madre.

José David y Miriam iban en la fila 16, Johel y Carmen en la 19. Todo marchaba bien.

El Airbus hizo su primer intento para aterrizar, pero no pudo. Así que sobrevolaron la capital hondureña varios minutos.

“Luego, cuando nos dimos cuenta, ya estábamos aterrizando. La gente aplaudió, pero segundos después fue el accidente”, recordó Carballo.

El avión se quebraba como una cáscara de huevo.

“Me levanté y pregunté a mi hijo y a mi hermana si estaban bien. La gente gritaba que saliéramos, que el avión iba a hacer explosión”, comentó Carballo.

Todos salieron corriendo. A los 200 metros del percance, José David sacó su teléfono celular y grabó un video del avión en llamas. “Todo fue muy rápido, no hubo tiempo de pensar en nada ni en nadie”, dijo la madre.

Ellos dan gracias a Dios por tenerlos con vida. Aseguraron que nacieron de nuevo, que ahora son ticos y hondureños.

“Aquí estamos, todavía con un poco de temor, pero bien, dándole gracias a Dios porque nos dio una segunda oportunidad”, dijeron.

“No quiero ver aviones”

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El 14 de mayo, Laura Saravia recibió una mala noticia, su madre había muerto en Costa Rica.

Ella, quien desde hace 14 años vive en Honduras, vino de inmediato al país para acompañar a sus hermanos.

El 30 de mayo, regresaba a su casa, donde la esperaban su esposo y sus dos hijos. Su vuelo era el 390 de TACA.

A un mes de la tragedia, Saravia no quiere volver a viajar en un avión.

Sufrió golpes y estuvo cuatro días internada en un centro médico hondureño.

Sin embargo, el golpe más duro y del que no se ha podido recuperar es el mental.

“Cuando pienso en que debo viajar, tengo un trauma. No quiero ver aviones”, aseguró por teléfono desde Honduras.

Los abogados la acosan casi a diario. La llaman para convencerla de que demande a TACA, pero ella asegura que esa idea no le pasa por la mente. Manifestó que Dios le dio una nueva vida y le pide a Él y a su madre que la ayuden.

“Pensé en mi esposo y en mis hijos, tenía que estar con ellos, todavía no era el momento”, indicó Saravia.

Esta valiente mujer quiere enfrentar su miedo a los aviones, y para hacerlo irá de viaje con sus hijos a la isla de San Andrés.

Valora más las cosas simples y cotidianas

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Marta Castillo, vicepresidenta de la Cámara de Industrias, valora más las cosas sencillas y cotidianas. Con su brazo inmóvil desde el accidente en Honduras, tuvo que aprender hasta cómo abrir una botella con una sola mano.

En estos días, ha pensado en el percance. En esos segundos en que su vida estuvo en peligro.

Pero en todo momento, el punto final de sus pensamientos es Dios.

Los siguientes pasos son recuperarse de la dolencia en el brazo y superar el miedo de montarse a un avión.

Por eso pidió ayuda psicológica para superar el trauma.

Lo más difícil fue volver a aterrizar

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Guillermo Velásquez, funcionario de la Cámara de Industrias, debió enfrentarse a un avión pocos días después del accidente. Se reunió con su familia y tomó la decisión de ir a Guatemala, a una reunión importante para su trabajo.

“Lo más difícil fue volver a aterrizar. En ese momento, cerré los ojos y me puse con Dios”, comentó Velásquez, quien está de lleno en su trabajo.

Él también solicitó ayuda psicológica y asegura que varias noches ha tenido sueños con aviones.

El tiempo ahora es de su familia

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A Pablo Villamichel ya no le interesa tanto el fútbol como antes. Luego de sobrevivir al accidente aéreo en Honduras, su tiempo prefiere gastarlo con su familia. “Es algo más productivo”, asegura.

Lo que vivió, vino a ratificar ese cariño y ese amor por su familia, por su padre y por la gente que ama en general.

Él es uno de los ticos que “vivió para contarla”.

“No me molesta hablar con la gente sobre lo que pasó, es normal. Contar lo sucedido es ratificar que Dios tiene algo para uno; es así de sencillo”, expresó Villamichel.

A diferencia de los demás sobrevivientes, reconoce que no siente esa necesidad de estar con un psicólogo pues toma lo sucedido con optimismo.

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  • Video de las historias de los sobrevivientes.

  • Video tomado por David Marin luego de accidentarse el avión de Taca.

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