Antonio Alfaro, periodista
analfaro@aldia.co.cr
Todos los jueves son jueves. Todos excepto uno: el que viene: será domingo.
Al menos intentará serlo porque al calendario no hay fútbol que lo engañe, ni siquiera el clásico Liga-Saprissa, en plena final de campeonato un jueves al mediodía. Será, entonces, una especie de jueves disfrazado de domingo.
Será una invitación a pedir vacaciones, a extender la hora de almuerzo, a declararse enfermo, a buscar razones o excusas, a tener el cuerpo en el trabajo y la mente en el estadio, a filtrar de “contrabando” el radio con unos pequeños audífonos, a estar enchufado al “minuto a minuto” de nuestra web y echarle agazapados vistazos.
Seamos honestos, este jueves no será un jueves como todos y admitirlo puede ser más sano y provechoso que pretender combatir la peculiar circunstancia.
Exageran quienes pretenden asueto (¿no quieren invitación a la pizza, las gaseosas o las cervezas?). Exageran también los jefes que pretenden privar a sus empleados del dominguero mediodía del jueves.
¿No es mejor sin hipocresías? ¿No es mejor un pacto futbolero, reponer la hora “perdida” o adelantarla, si es del caso?
No resulta tan sencillo en todas partes, claro está. La minoría indiferente a esos 22 hombres que dan de patadas a la pelota tienen derecho a ser atendidos en el banco o la oficina. En cada lugar, una solución, pero que gane el sentido común.
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