Domingo 16 de mayo de 2010, San José, Costa Rica
Ovación | Alemán homenajeó con una camiseta a Alonso Solís / Vea una galería de fotos
“Monstruo” fue un matador
San Carlos jugó con bríos, pero el cuadro morado dio la estocada con alma de campeón
  • AlDia.cr
    Saprissa fue demasiado equipo para San Carlos. El global (7-2) lo dice todo. Fue una paliza. C. Borbón

Antonio Alfaro
analfaro@aldia.co.cr

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Matador, como la canción de Los Fabulosos Cadillacs. Matador, como el español Manolete. Matador, como le decían a Kempes. Saprissa fue matador.

Si aún quedaban bríos en San Carlos, orgullo herido, dignidad intacta y coraje; si aún quedaba la posibilidad de un Saprissa corneado por la ansiedad de cerrar con triunfo, el gol se convirtió anoche en estocada, cuando no se habían jugado ni diez minutos.

Josué Martínez se puso el traje de luces y se convirtió en matador. Si en San Carlos había mostrado su valía, con un golazo al ángulo justo después de la primera cornada sancarleña, anoche en Tibás se encargó de matar temprano.

A partir de entonces el Saprissa fue fiesta, aún en los tramos sosos del primer tiempo, aún cuando San Carlos se negaba a entregarse y todavía bufaba y rascaba como los hacen los toros de lidia.

Era la noche esperada por una afición que había quedado antojada del “hexa”, una afición que vio el trofeo en manos de Liberia y Brujas, una afición que anoche se dio mil gustos. Se dio el lujo de festejar tres goles, el cabezazo de Josué, el de Loiaza, el penal de Alemán. La goleada pudo ser mayor, de no ser porque el arquero Donny Grant -errático en el primer juego- ayer fue el que conocemos.

Más era gula, en un Saprissa que durante el torneo fue muy equilibrado y no avasallador. Anoche, en cambio, quiso golear.

La afición se dio el lujo hasta de pedir a gritos a Keylor Navas, para los dos penales a favor. Y aunque Myers optó por Barrantes -quien lo estrelló en el palo- y después por Alemán, al final el festejo fue grande.

A Alonso Solís se le aguaron los ojos, cuando Alemán en pleno festejo del gol se quitó la camiseta para mostrar la que llevaba debajo: la “10” del Mariachi. Le sacó las lágrimas. Y quién dice que los hombres no lloran. Hasta los matadores lo hacen.

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