Carlos Freer, cineasta
cfreervalle@gmail.com
Hace poco me tocó presenciar una agrísima discusión entre un vendedor de teléfonos celulares y un cliente.
No recuerdo haber oído algo parecido en una disputa por el valor, calidad y garantía otro artículo de carácter material.
Me refiero no solo al tono altisonante, sino a lo ofensivo del asunto, tanto, que en algún momento, uno de los dos amenazó al otro con llenarlo de tiros.
Yo estaba en compañía de un colega hacedor de audiovisuales y le dije que estaba seguro de que la III guerra mundial empezaría por culpa de un celular.
No sé por qué esa fascinación por ese aparato.
Está bien que nos comunica (cuando funcionan bien ) con una facilidad asombrosa y que nos permita enviar mensajes a medio mundo.
Pero poseer un aparato de estos es símbolo “status”, de estar en todas, de sabérselas todas, de demostrar poder y que pertenecemos al mundo de la alta tecnología.
¿A cuántos han asaltado y matado para robarles el celular? ¡Y el colmo! Un día de estos un muchacho amenazó con lanzarse desde los alto de un árbol (y matarse) si no aparecía el celular que le habían escamoteado. Culpaba a la sociedad como un todo de su infortunio. Pronto habrá otros que culpen a las naciones.
Y cuando eso ocurra, no me cabe duda que empezará la III guerra mundial, nos esté dando tono o no el aparato de nuestros sueños y sinsabores.
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