New Jersey, EE.UU.Él juego había terminado, Costa Rica estaba fuera y los periodistas esperábamos bajo las gradas la habilitación del acceso a la sala de conferencias.
Entonces, un carrito se abrió paso en el amplio túnel. En él iban Salvatierra y Saborío. El delantero lloraba, por más que intentó esconder las lágrimas con los ojos cerrados, sin abrirlos un instante, tapándolos con el pulgar y el índice de su mano derecha.
Probablemente iba hacia el control doping. Probablemente su tristeza era tal que hasta en el examen de orina saldría. La derrota, a simple vista, pasa por él. Por el penal que falló cuando Honduras iba en caída. Por el que falló después en la tanda de desempate, desazón compartida con Celso.
Un segundo vistazo al juego muestra más razones: aunque la iniciativa fue tica, después de un primer tiempo para el olvido, aunque se tuvo más la pelota en todo el segundo tiempo y los dos tiempos extra, no alcanza. Si el fútbol se ganara con tener la bola, Costa Rica habría ganado tres juegos y perdido uno en esta Copa. Pero eso no es el fútbol.
Hay que tener opciones de gol (solo Saborío parece tenerlas, más allá de una que otra, pero contadas, como el remate de Bolaños o el gol de Marshall). ¿Olvido alguna otra? ¿Dependemos de Saborío? Él tiene un coraje tan grande como su falta de definición en esta Copa. Solo a él se le ocurre tomar ese penal, en una semana de críticas y malos ratos, incluyendo roces con un par de aficionados, las mofas a la hora del remate a marco en las prácticas.
Admiro su valentía, critico su eficacia y la decisión de otorgarle el cobro que pudo ser decisivo. Los jugadores decidieron, dijo La Volpe. ¿No debe ser el técnico? En todo caso, ¿dónde estaban Ruiz, Celso, Bolaños?
Costa Rica se había visto muy mal en el primer tiempo, ante una Honduras que golpea (con patadas) y contragolpea (con salidas en velocidad). Golpea. Con el impredecible panameño Roberto Moreno como árbitro central, Bernardez se dio el lujo de levantar a Bryan Ruiz. Era de cárcel, pero no recibió ni tarjeta amarilla. No fue el árbitro, eso sí, el culpable de la mala versión inicial.
Contragolpea y ahoga. Lo hizo en primer tiempo, cuando pudo liquidar, de no ser por algunas intervenciones de Navas, Oviedo y Marshall. Luego pareció quedarse sin piernas y ni siquiera resurgió con el ingreso del atacante del Atlas, Carlo Costly. Costa Rica terminó con más piernas, sí; con más ganas de anotar, sí; con más opciones de gol, no. Por eso se ve tanto el penal de Saborío.