Domingo 6 de junio de 2010, San José, Costa Rica
Nacionales | La batalla de las pequeñas pulperías
Enanitos contra grandes monstruos
Atención personalizada al cliente y diversificación de servicios son la tabla de salvación, pero algunas ya no subsisten
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    Milagro Arias en su negocio en San Luis. Su hijo expresó que deja pérdidas y que está por pura tradición. Herbert Arley.
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    En la pulpería San Martín hay gran surtido de mercadería. Tiene 17 años de estar en barrio Los Ángeles, San José. Herbert Arley.

Franklin Arroyo González
farroyo@aldia.co.cr

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La pulpería El Zamorano, en San Luis de Santo Domingo de Heredia, trabaja sin ganancias.

Las grandes cadenas de supermercados, el empuje de los chinos y el surgimiento de otros comercios ahogó el negocio familiar y hoy en día mantienen abierto la pulpería por pura tradición.

“Espero que mi mamá, que tiene 85 años, nos dure mucho tiempo más, pero cuando ya no esté, seguro cerramos. Está abierto por ella porque fue de papá, que ya murió”, dijo Alfredo Zamora, hijo de la propietaria Milagro Arias.

No es una realidad tan alejada a la de otros negocios que deben recurrir al trato personal, a la diversificación de servicios y en algunos casos hasta fiar para sostener la pequeña empresa.

“Mientras haya buen servicio al cliente y cercanía con un barrio tienen la posibilidad de existir”, expresó Lucy Conejo, directora general de la Pequeña Empresa del Ministerio de Economía.

Miguel Benavides, experto en finanzas, agregó que esta es la principal arma de los detallistas.

“Deben dar la bienvenida, saludar, que don Pedro y doña María se sientan como en casa. Ese detalle no lo pueden brindar las grandes cadenas”.

La pelea no parece tan sencilla cuando los medios de transportes permiten ir de un poblado a un centro urbano en minutos o cuando del trabajo a la terminal de buses hay negocios donde satisfacer las necesidades de compra.

“Eso afecta grandemente, principalmente en los clientes que nos compraban varias cosas”, manifestó Luis Alpízar, propietario de la pulpería “La Confianza”, en Orotina.

Además, la alta delincuencia afecta a las pulperías que deben proteger con barrotes sus negocios, en detrimento de ese trato personalizado, que todos creen fundamental.

“Sí atenta contra las buenas costumbres, pero el cliente entiende. Nosotros convertimos esto en un supermercado, pero robaban demasiado”, expresó Gilbert Díaz, propietario de la pulpería San Martín, en barrio Los Ángeles, San José.

Sí se puede

Más allá del servicio al cliente, los pulperos tienen alternativas para salir adelante.

Conejo recomendó las asociaciones para comprar cantidad y poder ofrecer productos a mejor precio.

“Deben buscar socios para hacer una economía de escala, es decir, si compro con 10 o 12 pulperos más, obtengo mejores precios para mi negocio”, dijo Conejo.

Benavides comentó que deben estar atentos a las grandes ofertas que aparecen en las distribuidoras y que permitirán un mayor margen de ganancia.

“También pueden pensar en ofrecer un cafecito y que el cliente pase y pueda comerse una galleta, o un gallo de salchillón, son alternativas de diversificación del negocio. A muchos les resulta atrayente comerse un gallo de picadillo de pie”, añadió.

Otros ven su negocio como el “salvatandas”, el establecimiento que sacó del apuro a una familia.

“No compito contra las grandes cadenas. La mayoría de clientes vienen por cosas del día, porque se les olvidó algo o necesitan arroz o leche. Somos necesarios”, explicó Violeta Martínez, propietaria de la pulpería El Abastecedor, en San Miguel de Santo Domingo. Colaboraron: Susy Montero, Jorge Umaña y Julio Peña.

Anótelo

Ganchos: tener en bodega productos como miel de chiverre, pan casero, bizcocho casero, cuajadas o productos que sean propios de la zona, para dar un valor agregado.

Comidita: de vez en cuando poner alguna venta de gallos de salchichón, picadillo, con un café para mantener el “chineo” a los clientes.

Vender fiado sigue siendo una estrategia válida, pero es un arma de doble filo.

Surtido: tener siempre comestibles para el desayuno, como huevos, embutidos, leche.

Ampliar servicios como venta de gas, pago de luz, agua, artículos de bazar para regalos. Aceptar tarjetas de crédito.

Una Minita de atención al cliente

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La minita.

En la ciudad colonial, Nicoya, con más de 50 años de existencia, la pulpería La Minita sigue siendo punto de encuentro y de referencia entre sus habitantes.

Abrió sus puertas como una alternativa de Antonio Villegas para hacer frente a una crisis económica de los años 60.

Años después, la tarea la continuaron sus parientes.

“Seguimos siendo la misma pulpería de pueblo, sin filas, y donde nadie se enoja porque se le cobre de primero a la señora que le urge irse en el bus. Viene gente a tomarse un fresco, se sientan en un banco y hablan de fútbol, de política”, dijo Mauricio Villegas, hijo y nieto.

Parte de la estrategia es dar fiado, pese a algunos perros amarrados.

“Cancelan por quincena o por mes”, aseguró.

Pero La Minita tiene un trato al cliente que la hace especial.

“Cuando un vecino que se quedó sin plata viene...no se le dice que no, ¿cómo lo vamos a dejar sin la comida para su familia?, ¿en cuál supermercado hacen eso?”.

A puro surtido y buen trato

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El Mercadito.

Luego de 36 años de ser pulpero, José Francisco Vázquez Barrantes sabe que el surtido en su negocio, El Mercadito, y el trato personalizdo son fundamentales para subsistir.

El negocio le ha permitido costear el estudio de cuatro hijos y aún vive de eso.

“La única estrategia que utilizamos es el buen trato y mucho surtido. No podemos dar ofertas porque eso es algo que las empresas le dan sólo a los supermercados”, manifestó.

Una limitante para esa lucha contra los gigantes, Vázquez la resume muy bien.

“Los supermercados trabajan con el crédito o sea el dinero de las empresas. En cambio nosotros trabajamos con nuestro dinero y no nos dan ofertas para el cliente”, comentó Vázquez, quien tiene su negocio dentro del mercado de Palmares.

“Aquí cerca en el centro y en San Ramón la gente compra muchas cosas, pero siempre hay quien no lo hace y necesita lo que uno tiene, también cuando se les olvida algo y les precisa es uno quien les suple eso que necesitan”.

Confiado, pero cansado

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La confianza.

Una situación económica provocó que Luis Alpízar dejara su trabajo, en San José, y se hiciera cargo de la pulpería La Confianza, en Orotina.

“Nunca había trabajado en esto y tomé la pulpería con un tío, pero a los pocos días quedé solo. Fue muy difícil al principio, pero varios amigos comerciantes de Orotina me ayudaron y me levanté”.

Cuatro años después, hace ya 36, se casó con María Eugenia Garita Agüero, con quien procreó dos hijos.

“Llegué soltero y ahora hasta tengo un nieto. Mi esposa atiende el negocio conmigo”, comentó.

“Mucha gente me dice que cómo hago para estar en medio de tantos “monstruos”, pero creo que es por el modo de tratar a la gente”.

Pero, la cantidad de años y la misma competencia pasan la factura.

“Sinceramente me siento cansado. Estoy tranquilo porque puedo vivir bien con mi esposa, pero no puedo negar que una y otra vez, hemos pensado en quitar el negocio, que por lo menos en Orotina es el único que existe”.

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