Domingo 13 de noviembre de 2011, Costa Rica

Aunque no lo crea

Entre Lobos

Patricia Recio

arecio@aldia.co.cr

La vida de Marco Rodríguez estuvo marcada por las penurias y dificultades comunes en las zonas rurales de España tras la guerra.

Sin embargo sus verdaderas dificultades llegarían cerca de los años 50, cuando a los siete años fue abandonado en la Sierra Morena y pasó 12 años siendo criado por lobos.

La triste y asombrosa historia de Marcos incluso fue llevada al cine por el director Guillermo Olivares en la película “Entre Lobos”, en ella Marcos relata como tras la muerte de su madre, su padre Melchor, se juntó con otra mujer y se fueron a vivir al campo.

La difícil situación obligó a su padre a vender a Marcos por unas pocas pesetas a un anciano pastor, para que le ayudara a cuidar el rebaño de cabras.

Según cita el sitio elmundo.es, poco después el anciano desapareció y Marcos se quedó solo en la vieja choza.

Ante la falta de alimento se trasladó a una cueva siendo apenas un niño, donde se alimentaba de carne que cazaba de manera peculiar: se subía sobre un ciervo y lo golpeaba con un palo hasta matarlo, luego lo quitaba la piel para abrigarse.

“Un día oí ruido detrás de unas rocas. Me acerqué y había unos lobeznos. Les fui a dar comida, a revolcarme con ellos. Vino la loba y lanzó un mordisco, me fui. Un día estaba en la cueva y entró la loba. Yo creía que me iba a comer, pero me dejó un trozo de carne, al final se acercó y la abracé”, cita el sitio del díario español sobre una declaración dada por Marcos.

Según contó poco a poco los lobos fueron confiando en él, compartían la carne y jugaba con los lobeznos, hasta convertirse en jefe de la manada.

“Si yo lloraba se tiraban a mí dando saltos y me cogían los brazos con la boca hasta que yo reía; luego, me señalaban el camino hasta la cueva de ellos”, contó Marcos en una publicación de la época citada por el sitio tejiendoelmundo.com.

Así pasó los 12 años siguientes hasta que un día la Guardia Civil le encontró con el cabello por la cintura y cubierto con pieles de venado.

Su piel se había tornado morena y tenía cicatrices. Sus pies estaban con callos, pues andaba descalzo y apenas sabía un puñado de palabras. Dicen que cuanto adquirió más vocabulario, le dio por repetir: “Yo, con mucho gusto, volvería”.