Lunes 4 de octubre, 2004. San José, Costa Rica.


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Tribuna libre

Oro azul del siglo XXI

Gloria Bejarano

Resulta difícil entender, bajo los torrenciales aguaceros de estos días, que dentro de pocos años habrá escasez de agua. Incluso, podemos poner en duda las proyecciones de científicos y ambientalistas, que tratan de hacer conciencia sobre el problema.

Cuando hemos tenido sequías en Costa Rica, se han producido algunos trastornos que nos han obligado a racionar el agua, llenar tinas y pasar momentos de incomodidad, incluyendo la falta de fluido eléctrico. Pero, de alguna forma, el preciado líquido sigue llegando a los hogares.

Nuestros sistemas de distribución de agua potable abastecen lugares remotos, y son pocas las comunidades que enfrentan verdaderas situaciones de crisis, que, por supuesto, no deben ser ni minimizadas ni, mucho menos, ignoradas. Pero, en general, somos un pueblo privilegiado que disfruta –y a veces hasta reniega– del agua que recibimos.

Por eso, nos cuesta imaginar que haya pueblos donde el consumo diario de agua por persona sea inferior al medio galón: menos de dos litros por día para mitigar la sed, asearse, lavar ropa, cocinar, limpiar, en fin, para sobrevivir.

Millones de seres humanos no cuentan con agua potable, más de 2.000 millones no están conectados a ningún tipo de sistema de agua corriente, y la carencia del líquido va en alarmante aumento.

Lo anterior hace suponer que el agua será una lujosa mercancía en el siglo XXI, y uno de los más preciados bienes en el futuro del planeta.

Esta realidad no ha pasado inadvertida para los grandes consorcios, que buscan establecerse en países urgidos de inversión para el mejoramiento en la distribución y tratamiento del agua.

Con contadas excepciones, como es el caso de Yakarta, donde el Gobierno presionó para que se cumplieran los compromisos, y fijó tarifas subsidiadas, las empresas tienden a ignorar lo que no les sea rentable, y se concentran en las ciudades donde la labor es más lucrativa. El agua se convierte en su mercancía y la controlan.

En Costa Rica contamos con agua en abundancia: un tesoro que debemos salvaguardar para las futuras generaciones. Por ello, se necesita crear conciencia sobre el futuro e importancia de lo que se denomina ya el “oro azul del siglo XXI”.

Asimismo, hay que garantizar que, mediante el fortalecimiento y la modernización del AyA, este preciado líquido sea siempre patrimonio de los costarricenses.

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