Butaca 1
El tren Leonardo Perucci
¿Sabe usted cuál es el objeto más utilizado en el cine?
Acertó..., el tren. Sí, el mismo de “El tren de las 3,10 a Yuma”, el del maravilloso final en París de “Un hombre y una mujer”, de Claude Lelouch, el de “El expreso de Oriente”, con Poirot incluido, y el de la hilarante escena de “Una Eva y dos Adanes”, con Marilyn Monroe.
Los hemos visto en el Oeste americano cargando a los pobrecitos blancos, mientras los salvajes y malvados pieles rojas tratan de arrancarles sus preciadas cabelleras. Ha sido usado para miles de lánguidas despedidas. En los filmes de guerra han sido volados junto a puentes, infinidad de veces.
Pero hoy no quiero hablar de cine, sino del tren..., y de uno cuya construcción constituye una de las epopeyas más grandes en la historia del continente americano. Me refiero al tren de Puerto Limón. Sí, el mismo que Mínor Keith impulsó y llevó a cabo para extraer el banano.
Esta colosal empresa fue posible por el titánico trabajo de negros, chinos, italianos, hindúes y, por supuesto, costarricenses. Por cada durmiente colocado, debería erigirse una cruz por los miles de muertos caídos por accidentes, fiebres tropicales, mordeduras de serpiente, desnutrición, explotación y maltrato, y por el dolor de no poder volver a sus tierras al serles robados sus ahorros del banco del propio Keith.
Hay mucho que hablar de esta historia. Hay muchas lágrimas en este drama.
Prefiero preguntarme: ¿habrá pensado, por un momento, en este esfuerzo titánico el señor presidente que decidió terminar con el ferrocarril en Costa Rica? Estoy seguro de que no.
Pero hay más. Saquemos cuentas. Un tráiler solo es capaz de transportar un contenedor, además contamina, revienta carreteras, gasta combustible, etc., etc. Veamos cuántos contenedores podría transportar un tren con dos locomotoras: digamos cincuenta, sesenta, ochenta. Ah..., y sin contaminación, sin combustible y utilizando lo que este país produce en demasía: electricidad.
¿Será que se quiso privilegiar a alguien con el cierre del ferrocarril? ¿Será que lo que era de todos los ticos produce privados beneficios solo a unos pocos?
En la irreemplazable “Patada” de Parmenio habrían dicho: “¡Pregúntele..., pregúntele..., pregúntele a la abuela de Manuel!
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