Martes 29 de marzo, 2005. San José, Costa Rica.



 

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Perspectivas

El costo de enmudecer

Mónica Umaña

Dos periodistas estadounidenses fueron condenados a prisión por negarse a revelar sus fuentes confidenciales, y ahora están apelando la decisión judicial.

Judith Miller, del periódico The New York Times, y Matthew Cooper, de la revista Time, fueron condenados por desacato, al negarse a revelar sus fuentes confidenciales a los procuradores que investigan sus artículos publicados.

Un Gran Jurado de Estados Unidos quiere que los reporteros se sienten ante él y le reciten la lista de personas que les han ayudado a escribir sus reportajes.

Cooper y Miller fueron condenados a 18 meses de prisión y una multa de $1.000 diarios (¢468 mil), que también está en apelación.

Ambos periodistas, según indica un artículo reciente de la revista Time, están listos para ir a la cárcel antes de revelar sus fuentes.

¿Por qué los condenaron? El caso surgió de una investigación de un Gran Jurado sobre quién filtró el nombre de la agente encubierta de la CIA, Valerie Palme, al columnista conservador Bob Novak.

Novak reveló la identidad de Palme en una columna, en julio del 2003, citando como fuentes a dos altos funcionarios del Gobierno no identificados.

Bajo presión de la prensa y el público, el presidente George W. Bush ordenó -en diciembre del 2003- una investigación sobre las filtraciones, y designó al fiscal Patrick Fitzgerald, de Chicago, como investigador especial.

Otro caso que también puso a Judith Miller frente a la ley, se originó luego de que ella y una colega no entregaran las grabaciones telefónicas de sus conversaciones con personas de dos asociaciones islámicas, sospechosas de estar relacionadas con organizaciones terroristas.

Los fiscales federales, encargados de identificar una fuga a nivel gubernamental en la investigación, no pudieron tener acceso a esas conversaciones.

Las periodistas llamaron a las asociaciones para conocer su reacción sobre la investigación que les hacía el FBI, mientras que la acusación dice que las periodistas alertaron a las asociaciones de que el FBI iba a investigarlas.

Mientras este asunto se termina de dilucidar en Estados Unidos, los periodistas esperamos atentos una decisión que, sin duda, nos hace pensar en nuestra fidelidad a las fuentes, personas que debemos proteger a toda costa, aunque el precio que paguemos por quedarnos mudos sea alto.

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