Viernes 27 de mayo, 2005. San José, Costa Rica.



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Perspectivas

¡Qué pobres los pobres!

Santiago Manzanal Bercedo

Si no fuera por los pobres, la legión de políticos mediocres y dirigentes de relumbrón estaría de brazos cruzados, triste, aburrida, sin nada que hacer. O sea, como la mitad de la gente por estos lares vive del cuento, tratando de gobernar a la otra mitad y de que coman los desheredados de la sociedad, la estadística del desempleo habría alcanzado las nubes. Así que los pobres, sin saberlo, contribuyen a mantener una magnífica fuente de trabajo y hasta de notoriedad. Eso sí, nadie les agradece nada, todos luchan por ellos, pero ellos siguen igual -igual de mal, se entiende-.

Y, si de doctrinas económicas se trata, la monserga es la misma, sobre todo, en las que ven al Estado como una panacea para todos los males e injusticias sociales, como un dios que todo lo puede y todo lo juzga.

¡Pobres los pobres! Objetivados, cosificados, instrumentalizados en voluminosos documentos y altisonantes discursos, ahí van sobreviviendo a muy duras penas. Mientras tanto, ellos son la carnada de la clase política para atrapar votos y esperanzas fallidas, la sempiterna explicación de ciertas teorías y comportamientos sociales, el bálsamo para la mala conciencia del burgués satisfecho y rechoncho, metido a redentor... Ellos son un comodín que sirve para casi todo.

Si, por ejemplo, una sociedad se torna violenta, ahí están las paupérrimas condiciones de muchos para explicar el fenómeno. La relación entre ambos hechos es de causa-efecto, según piensa la mayoría. Puesta la causa, surge el efecto. La teoría se estrella cuando se piensa en los movimientos revolucionarios que, décadas atrás, convulsionaron Uruguay, Argentina y Chile, países -entonces y ahora- de amplia y pujante clase media, con buena industrialización y bajo analfabetismo. Pero tupamaros, montoneros y miristas actuaron a sus anchas. ¿Y las Brigadas Rojas que, en su momento, hicieron de las suyas en Italia, particularmente en el norte, su zona más rica? ¿Y ETA, ayer y hoy, con sus bombas a diestra y siniestra, nacida también en el norte, la región más próspera de España?

Las verdaderas causas de algunas transformaciones sociales van por otros rumbos: más que la pobreza, los "iluminados" que, por cuenta de ésta, se arrogan la honra de ser la salvación y conciencia lúcida del resto de los mortales. Poseídos de su papel, suelen promover un cambio radical de estructuras que, al final del camino, empeora las cosas y, desde luego, empobrece más a los pobres. Que lo diga el medio millón de nicaragüenses que vive en Costa Rica.

Tras algo parecido andan aquí los próceres del anti-TLC, aprovechando que el presidente Abel Pacheco, ¡a estas alturas!, todavía no sabe -o dice no saber- si el tratado beneficiará a los desposeídos de este país. Hamlet rumia sus dudas, y no precisamente en Dinamarca, pero, el año pasado, el hambre se tragó a 42 mil familias más.

Un buen consejo: sean más agradecidos con los pobres y olvídense de ellos.

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