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Locales operan por la libre Cita con una adivina Decenas de sitios en San José le prometen milagros en el amor, pero, ¿será así de fácil? Ronny Rojasronnyrojas@aldia.co.cr El ofrecimiento no podía ser más alentador: “¿Su pareja ha cambiado y le es infiel? Ligamos y amarramos a su ser querido en una hora, rendido y humillado a sus pies. Triunfamos donde otros han fracasado”. Bajo esa promesa recorté el anuncio de uno de estos negocios en el periódico y llamé para pedir una cita, diciendo que necesitaba ayuda para reconquistar a mi novia, quien me abandonó hace dos meses (debo aclarar a los lectores que esa novia es ficticia, ideada para elaborar esta crónica).
Viejo edificio de San José Al día siguiente estaba yo sentado en un pequeño salón, iluminado por los rayos del sol de las 8 de la mañana, que irrumpían a través de un enorme ventanal, en un viejo edificio, cerca de la iglesia de la Soledad, en San José. Una joven mujer me recibió, con una escoba en la mano, y me pidió que pagara la consulta por adelantado (¢8.000). Me dijo que debía esperar al “maestro” y siguió barriendo el desgastado piso de mediados del siglo pasado. Casi una hora después llegó al sitio una familia convencional, sin apariencias misteriosas. Una señora, su marido y su pequeña hija, quien jugaba animadamente con dos pequeños perros. La señora, con su ropa a la moda, tacones altos y rostro maquillado, resultó ser “el maestro” que yo esperaba, y me pidió que pasara con ella a una pequeña habitación, para iniciar la consulta. Incienso y un Niño Dios Era un cuarto estrecho, con paredes altas donde colgaban grades mantas estampadas con los signos del zodiaco. En el centro había una mesa cubierta por un mantel, y sobre ella unas figuritas de Buda y pequeños elefantes de vidrio, y a cada lado una silla. En una especie de altar había un niño Dios de yeso, velas encendidas y varitas de incienso, que aromatizaban el ambiente y contrastaban con un televisor encendido, que transmitía una película de Bruce Willis. Sin apagar la televisión, cerró la puerta y con un extraño acento -entre cubano y colombiano- que a todas luces se adivinaba falso, la mujer me preguntó: “¿De adónde tú nos visitas?”, y me pidió que le mostrara la palma de mi mano derecha, para decirme si mis problemas tienen o no solución. “Por lo que veo en el punto 17 y la raya 341 de tu mano, tu pareja es una persona dominadora”, dijo. “Vos “so” una persona emprendedora y trabajadora, que quiere salir adelante y triunfar en la vida. ¿Es así o no ?”, me preguntó ella. Y ¿quién no quiere salir adelante en la vida?, meditaba yo en silencio. “So” una persona con mucho éxito, pero de un tiempo para acá la suerte no te acompaña”. “Tienes un negativismo profundo”, me decía esa moderna adivina, siempre atenta a mi mano derecha. Sobre un papel blanco dibujó el contorno de mi mano y me preguntó si tenía algún familiar enfermo. Le respondí que no. “Pues un familiar tuyo se va a enfermar y será una enfermedad complicada”, me replicó ella. Después me pidió una fotografía de mi “novia” y le entregué el retrato de una reina de belleza tica, que imprimí el día anterior en la oficina. Al ver la fotografía, la adivina opinó que mi “exnovia” se estaba aprovechando de mi honestidad. También señaló que otro hombre estaba haciéndome “mala sombra” para alejarla de mí. El dinero es el que manda Y ¿cómo puedo hacer para traerla de vuelta?, le pregunté. “Eso se puede arreglar y mi trabajo es garantizado. Yo lo que hago es atraer, dominar y ligar”, me respondió la iluminada. “Este trabajo tiene un costo de ¢220 mil, es totalmente efectivo y con un plan de pagos. Conforme usted va pagando, así podrá ir viendo los resultados”, agregó. “Vamos a trabajar despacio. Acuérdese que ella no quiere tener nada con usted”, sentenció. Tremenda regañada me llevé cuando le pregunté qué pasaría si el “trabajo” no da resultado. “Te das cuenta de lo que te digo, eres una persona muy negativa y todo lo que yo haga o deje de hacer no va a servir, si tú sigues así. Tú tienes que ser positivo”. “Solo voy a trabajar con usted, para que su novia se desespere”. También quise saber por qué cobraba ¢220 mil y dijo que era para comprar los “materiales”, aunque no explicó cuáles eran. “En otro sitio te pueden cobrar barato, pero te hacen un mal trabajo. A mí me visitan muchas víctimas de estafadores”, dijo. Le expliqué que yo era católico y temía que algo malo sucediera. “No te preocupes, porque yo también soy católica y aquí no hago magia negra”. En ese momento recordé que el anuncio en el periódico pregonaba ritos de magia negra. ¿Y entonces, usted va a realizar el trabajo, sí o no?, me preguntó la pitonisa, algo desesperada. Le dije que lo iba a pensar y le consulté qué podía yo obtener, por los ¢8 mil que había pagado. “Te voy a poner en una cadena de oración. Eso es todo”. Tras 20 minutos de sesión, salí de aquel aposento con mi ropa insoportablemente perfumada por el incienso, y pensando en la gente que ha pagado los ¢220 mil. Entonces le pregunté a la vidente por su nombre. “Guiselle”, respondió.
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