Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr
Las ciudades pueden convertirse en monstruos de soledad, egoísmo y desamparo.
Y eso fue San José este 7 de octubre, cuando un hombre al que asaltaron y robaron hasta los zapatos falleció tirado en la calle por falta de auxilio.
Las horas deshojaron sus segundos y minutos y ninguna persona se acercó a mirar qué pasaba con ese costarricense ensangrentado que besaba la acera. ¡Otro borracho o drogadicto más! ¡Una nueva treta para robar! Y la indiferencia se adueñó del día y de los corazones.
Mi luto por este ser humano a quien le falló la mano de los demás. Nadie se compadeció ni se asombró por ese bulto herido, al que se le esfumaba la vida en medio del humo de los carros y los pitos de los choferes precisados.
Podemos enorgullecernos de que “Chepe” está a la altura de las urbes, donde el dolor y la miseria florecen en cada esquina sin que alguien se percate. ¿A quién le importa? Voy a lo mío, el ídolo de oro de este siglo XXI.
Nuestra sociedad debe sonrojarse; ha fallecido un compatriota, ultimado por nuestro desapego. No podemos mirar de frente, no lo merecemos.
Como dijo Juan Pablo II, “la solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos”.
Esta vez le tocó a ese obrero, mañana podría ser a usted.
© 2008. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.