Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

En los tiempos de upa, cuando Costa Rica aún era un pueblo grande, un asesinato paralizaba medio país. En las esquinas, en los parques, en las sodas y en los hogares no se hablaba más que del hecho sangriento. La gente opinaba y daba sus teorías acerca del crimen.

¡Cuán distinto a hoy! Aparecen cuerpos descuartizados, niñas sin cabeza, mujeres violadas y delitos de toda índole sin que despierte interés entre una ciudadanía cada día más acostumbrada a la violencia.

Desde hace muchos años, nuestra nación arrastra un serio problema de inseguridad a causa del mal desempeño de muchos de quienes han trabajado como ministros en esa materia.

El desempeño ha sido errático, en la mayoría de los casos, y a esa cartera ha llegado gente que como jerarca nada que ver. No se trata de dar nombres, todos los conocemos…

Pienso que tanta persona inexperta ha causado un gran daño a la institucionalidad de la seguridad. El crimen va en ascensor.

Habrá que esperar un poco para evaluar el desempeño de las actuales autoridades. Menuda tarea les espera, en una Costa Rica que hace rato perdió la paz.

Los muertos por crimen organizado abundan y ya casi a nadie le importa. Nos estamos acostumbrando a la sangre y al dolor. El nivel de ensañamiento sube y ya no se trata solo de asesinar, sino de hacerlo en formas creativas, con técnicas insospechadas. Caemos a un precipicio de crueldad del que será muy difícil salir.