Juan Diego Villarreal y Mario Cordero
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Pérez Zeledón-. Jugaba con su tesoro más preciado: una vieja y desteñida pelota de tenis, en su aldea natal Pexixe, a cinco horas en canoa de la capital de la República de Guinea-Bissau.

Entonces vio aquellas figuras blancas caminando hacia él.

“Pensé que eran fantasmas, nunca había visto un blanco y salí corriendo, tenía cinco años recordó”, Joao Johanning.

Entre sonrisas Joao recordó su infancia, el abandono de su padre, el hambre que pasó en las calles de su aldea y la desnutrición donde su única distracción era jugar al fútbol y nunca se imaginó que esa afición le podría dar una satisfacción en Costa Rica.

“A mí me adoptó un ángel, mi “madre” Isabel Johanning era uno de aquellos blancos. Mientras dormía en una tienda de campaña me acerqué para calentarme, ella estaba durmiendo y se asustó, pensó que era una culebra y donde me vio supo que yo era el hijo que quería”.

Joao no olvida que antes de que su padre lo diera en adopción a Isabel, sufrió en las calles e incluso una vez tuvo que comer del suelo, cuando a una señora se le cayó el alimento.

“Son cosas que no olvido, por eso agradezco a Dios la oportunidad que me dio Isabel, me puso a estudiar en Bissau y a los 17 años me vine a vivir a Costa Rica, porque mi mamá quería que yo conociera este país.

“Desde que vine mi ilusión era jugar fútbol, era el sueño de niño cuando jugaba con mi vieja pelota de tenis, que lo era todo”.

Joao probó en Saprissa por un año e incluso estuvo en el alto rendimiento, pero como no se había nacionalizado (lo hizo hace cinco meses) no pudo quedarse en las ligas menores moradas.

“Probé en Uruguay de Coronado, pero decidí venirme a Pérez Zeledón, donde me recibió Zeidy Vargas, otra misionera a la que veo como mi tía y ya tuve la suerte la debutar en la Primera”.

Joao habla portugués, español y francés y piensa estudiar odontología y llegar a la Tricolor.