Ventas de refrescos, de discos “quemados” de la colombiana ofrecidos sin el menor sonrojo ni pena, de papas, patí y golosinas.
Unos muchachos con un panel de plástico como mochila, con un anuncio gigante sobre sus espaldas regalaban chicles, mientras unos payasos montados en sancos saltaban para ganarse la vida, mientras un mimo hacía como un robot viejo de baterías.
Unas monjas repartían panfletos de la Virgen del Pozo de Puerto Rico que empezaban con “la humanidad se sumerge en el mundo del placer y ha perdido la fe...” y más allá unos ambientalistas regalaban otros en contra del aleteo de tiburones.
Al Día pudo comprobar esto en un recorrido por la tarde en las afueras del Estadio Nacional, bajo un ardiente sol, atenuado por los árboles de La Sabana. Esta sombra fue aprovechada por la gente para dormir, sentarse, almorzar desde “gallitos” traídos de la casa (huevos duros con repollo), hasta comidas rápidas y arroz chino. La alimentación era interrumpida de vez en cuando por una ventisca que llenaba de polvo todo, incluidas las papas.
Otros, improvisaron un bar y ante la pregunta de si iban a poder llegar a ver a Shakira, un joven respondió: “Esa es la idea, aunque sea la vemos doble”.