“Uno siente como un vértigo, no logra medir el tiempo”, dijo el arzobispo Hugo Barrantes ayer, cuando se alistaba para entrar en procesión a la Catedral y presidir la misa conmemorativa de sus 50 años de sacerdocio.
Moreno, con su cabellera blanca, estatura mediana y voz clara, este campesino, de 75 años, segundo de siete hijos, dice que Dios no le ha fallado un solo día.
Le acompañaron tres arzobispos de la región, el nuncio apostólico, la Conferencia Episcopal en pleno, docenas de sacerdotes, fieles, religiosas de diversas congregaciones y el cardenal de Honduras, Óscar Rodríguez Maradiaga.
La presidenta Laura Chinchilla y la ministra de Economía, Mayi Antillón, también estuvieron con monseñor en sus Bodas de Oro sacerdotales.
Mi vida como una parábola
Entre los regalos al obispo le dieron una escultura de “Jesús, El Buen Pastor” y otra de San José, patrono de la capital.
“Veo mi vida como una parábola de la misericordia del Señor y mi pedido a él es vivir y morir como un buen cristiano”, dijo.
La mandataria le exaltó el don de concordia, reconciliación y búsqueda del entendimiento.
En su alocución dijo: “Se mueven agitadas aguas en la sociedad y se necesita su consejo”.
La prédica estuvo a cargo del cardenal Rodríguez. “Hoy celebramos 50 años de amor, fidelidad y servicio. Es un regalo que tenemos que agradecer”, dijo.
Barrantes se mostró sereno. Sentado, cerró los ojos y reflexionó poco después de la comunión.
Monseñor Barrantes encabezó cinco parroquias. Fue el primer obispo de Puntarenas en 1998 y desde el 2002 es el arzobispo de San José.
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