Sucesos
Sábado 24 de diciembre de 2011, Costa Rica

Colegial recibió disparo a quemarropa en frustrado asalto

Truncan alegría de una familia

Carlos Láscarez S.

clascarez@aldia.co.cr

Cartago.- Los sueños e ilusiones de celebrar esta noche la Navidad fueron truncados a la familia Aragón Elizondo por tres delincuentes.

El pasado 10 de diciembre, uno de los hampones disparó en la cabeza contra el hijo Marco Antonio, de 16 años. Al muchacho, fallecido tras una prolongada agonía de 12 días, lo sepultaron ayer en el centro de Cartago.

Días antes de recibir el disparo en la nuca, el joven le había contado a su madre, Nidia Elizondo, que estaba muy contento. El otro año iba para noveno. Estudiaba en el Instituto IPEC, en el barrio Los Ángeles.

La noche del crimen, el reloj marcaba las 11:30 p.m. cuando Marco Antonio, junto a su padre, ingresó a su vivienda en el barrio La Pitahaya.

Tres delincuentes los empujaron hacia el interior.

Padre e hijo regresaban de la vivienda de Brithany, la novia de Marco Antonio. Con la joven tenía una relación de noviazgo de casi dos años.

Mientras caminaban, el joven le contó al papá que al día siguiente le entregarían el título de Computación. Estaba feliz.

Fueron seis minutos de terror

En una pequeña oficina, situada en el corredor de la casa, el adolescente y su padre, Salvador Aragón, fueron reducidos a la impotencia y lanzados boca abajo mientras revolcaban todo.

Después fueron separados: el padre a la oficina y al hijo lo obligaron a abrir la puerta de la casa.

Sin embargo, el joven no les permitió entrar. Al ver a su madre, cerró. El padre, entrevistado ayer en la funeraria La Última Joya, calificó el acto como heroico.

Otros dos hermanos y la madre permanecían adentro, ajenos al drama. Así fue hasta que escucharon el estruendo de una bala.

Los homicidas eran jóvenes y esa noche andaban en apariencia drogados.

“Estaban como locos y alterados. A mi hijo lo hicieron acostarse y le dispararon, mientras huían corriendo”, recordó, apesumbrado, el papá.

El crimen les tomó seis minutos. Aunque pedían dinero, no pudieron llevarse nada, solo la vida del colegial, quien era el segundo de tres hermanos.

El balazo fue tan certero que Marco nunca tuvo mejoría. Era un muchacho alegre, en especial cuando salía a patinar, jugar fútbol y departir con su novia.

Solo se sabe que los asesinos son jóvenes de baja estatura.

El único deseo del padre es que el OIJ dé con los homicidas, ya que le arrancaron un pedazo de su vida. El pasito, el árbol y las ilusiones... todo quedó a medias.