Martes 22 de febrero de 2011, San José, Costa Rica
Nacionales | Pido la palabra
Se vale sonreír en funerales

Antonio Alfaro
analfaro@aldia.co.cr

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A pesar de los pesares, del luto, los ojos llorosos, las inconsolables almas andantes de los más cercanos, las miradas perdidas, los recuerdos abiertos, el desconsuelo de unos y la impotencia de otros, se puede sonreír en funerales.

La vida y la muerte se vuelven cómplices y hacen de las suyas como homenaje al que parte y a los mortales que lo despedimos.

Entonces y aunque pocos se atreverían a llamar “grato” un entierro, quizás sea justo reconocer en medio del dolor, el valor de los reencuentros, “el años ha… sin vernos”, los abrazos abiertos, los abrazos cerrados, las palmadas sinceras, las sonrisas espontáneas.

El fallecido tiene el don de convocar a familiares cercanos, lejanos, amigos, conocidos, primos viejos y nuevos, tíos cada vez menos vistos y alguno que otro presente no esperado cuya solidaridad nunca sobra.

Tan solo no me acostumbro al “Mi más sentido pésame” o frases equivalentes, aunque entiendo que en tan difícil circunstancia -dolorosa para unos, incómoda para otros- resulta práctica, convencional, concreta, sin excesos sin carencias, sin palabras rebuscadas que terminan sonando a eso, por bienintencionadas que sean. Aún así, me niego a repetirla.

El otro día, las sensaciones me llevaron a un inusual aunque sincero “¡qué gusto verla!”, “¡qué gusto verlo!”. Y es que hoy también me consuela haber descubierto que pude alcanzar una sonrisa.

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