Miércoles 02 de febrero, 2005. San José, Costa Rica.


Campeonato Nacional 2004-2005


 

¿Cómo dice?

Réquiem por Camila

Ana Coralia Fernández

Los seres humanos somos arrogantes por naturaleza y con la naturaleza. Por eso tomamos la manzana del árbol prohibido. Por eso, asumimos que todo nos pertenece, y decidimos sobre la vida y la muerte como si fuéramos Dios. Nos olvidamos de que solo somos el débil eslabón de una larga cadena.

Admiro y respeto a los animales, en especial a los que nos demuestran su lealtad y amor por encima de nuestras limitaciones.

Cuando ellos deben morir, sufrimos porque se nos ha ido un entrañable amigo. Si están viejos o enfermos, las personas sensibles consideran la posibilidad de aplicar la eutanasia como una forma de que no sufran una larga agonía. Pero ése no fue el caso de Camila, según lo contó un diario local en primera plana, el viernes 28 de enero.

Camila era una perrita callejera y tibaseña, aparentemente católica, puesto que no se perdía oficio ni entierro en la comunidad. Cabizbaja y respetuosa, acompañaba al cortejo como una más de los dolientes. Oía la misa y acompañaba a los feligreses a comulgar.

Era casi una mascota comunitaria. Entre algunos vecinos la desparasitaban y alimentaban, promulgando los sanos y antiguos principios del amor por todo lo creado.

Un día, uno de los sacerdotes de la parroquia la llamó, la montó en su auto y no se volvió a saber del can. Luego, avisó a los fieles que Camila ya descansaba en paz, y ahí comenzó todo un movimiento de protesta por la arbitraria decisión del cura.

Indignados, se fueron a la huelga. Algunos muy conocidos hasta dijeron no volver a poner un pie en la iglesia. Se preguntan cómo es posible que el padre decidiera el destino de Camila, cuando no hacía mal alguno y le ponía más atención al Sermón de la Montaña que muchos bienaventurados cristianos. Según afirma la crónica, ninguno de los padres quiso referirse al tema.

Leí la noticia y pensé en lo que habría dicho Noé (primer protector de los animales) o lo que habría hecho San Francisco con el hermano lobo en este caso.

No conozco los motivos que tuvo el padre para acelerar la llegada de Camila al otro mundo. Quizás hubiera usado la misma energía para buscarle una casa de adopción. También ignoro los motivos de la canina para ser tan beata, aunque le costara la vida.

No sé si en el más allá hay categorías para los difuntos, pero, si fuera así, estoy segura de que Camila debe estar sentada con sus alas y túnica nuevitas, afilándose los dientes con la corona, esperando, nada más esperando, a que llegue un viejo y querido amigo...

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