Miércoles 02 de febrero, 2005. San José, Costa Rica.


Campeonato Nacional 2004-2005


 

Los colores de la mariposa

Todas las mañanas, antes de salir hacia la escuela, Lucrecia observa desde su ventana el pequeño jardín de la casa. Aunque es muy pequeño, muchas mariposas llegan en busca de la felicidad de estar entre los colores y el rico aroma de las flores.

Lucrecia vive fascinada con los rojos, violetas y verdes de los insectos, tanto así que siempre saca su mano para tratar de tocarlas.

Un domingo, pensó que podría capturar aquel hermoso ir y venir de las mariposas y trazó un plan para conseguirlo.

En una caja, puso algunos pétalos de rosa que recogió de los ramos que adornaban la mesa del comedor, de un rojo muy llamativo.

Esperó, pacientemente, con las manos apoyadas contra sus mejillas. Tiempo después, una mariposa curiosa mordió el anzuelo y entró en la caja de Lucrecia. Ella la cerró inmediatamente para evitar que se escapara; dentro de la caja, se escuchaba la mariposa pegar contra las paredes de su prisión hasta que la oscuridad llegó y el cansancio la agotó.

Lucrecia pensó que ahora sí había atrapado todo el color que día a día observaba a través de su ventana y que al abrir la caja un arco iris inundaría la habitación.

Pero, oh desilusión, al levantar la tapa, solo encontró un insecto de un tono tan oscuro como la noche misma: la bella mariposa adoptó el feo color café de su ambiente y ya no era tan linda como antes. Lucrecia pensó que ya no valía la pena mantenerla en el cuarto si no podía desplegaba sus hermosas alas multicolor, por lo que decidió liberarla.

La mariposa se fue, y al reunirse con sus amigas y hermanas en el jardín, en pocos minutos volvió a lucir sus colores originales. La niña, al ver la transformación, quedó tan asombrada que abrió las ventas de la habitación para que las todas mariposas entraran y salieran como si el jardín se hubiera trasladado hasta el interior de su casa; las mariposas empezaron a posarse en la cabeza de Lucrecia, como si ella misma también fuera una flor.

Desde entonces, Lucrecia no volvió a cerrar las ventanas, excepto durante los días de lluvia, y la caja, por supuesto, la tiró a la basura.

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