TAMBIÉN HIRIÓ A UN VECINO, EN SANTA CRUZ

Boa de dos metros muerde a niña

Metió la mano derecha en una cueva dentro de jaula para conejos y resultó herida

Santa Cruz, Guanacaste. - María Magdalena Soto, de siete años, se llevó el susto de su vida el domingo por la noche cuando la mordió una boa de dos metros en la mano derecha mientras buscaba un conejo dentro de un hueco en el suelo, dentro de una jaula.

Lo mismo le pasó a Maikol Padilla, de 18 años, un vecino de la niña, a quien le mordió un dedo.

"Yo iba a buscar mi conejito y metí la mano para sacarlo, cuando sentí que algo me picó, me asusté mucho porque me dolió y la mano se me puso dura", dijo la niña mientras recibía atención en la clínica de Santa Cruz.

Los hechos ocurrieron a las 8:30 p.m. en la ciudadela Cacique Diría, a 11 kilómetros de Santa Cruz. La serpiente se metió en la jaula y allí atrapó y se tragó a uno de los animales.

Buenas noches, conejito

Cuando todos se preparaban para ir a dormir, María decidió ir hasta la jaula a darle las "buenas noches" a su conejito preferido. Al no verlo supuso que se hallaba dentro de la cueva. Entonces, como había hecho otras veces, metió la manito para buscarlo.

"Ella gritó que algo la había picado y tenía la mano llena de sangre. Pensé que había sido el conejo, porque había una coneja recién parida. Entonces metí la mano para sacarlo, la saqué inmediatamente con un fuerte dolor y una herida en los dedos", contó, por su parte, Maikol.

Con el fin de determinar qué pasaba, Maikol buscó una extensión eléctrica y, con la ayuda de una vara, iluminó el interior del nido de los conejos y se enteró que se trataba de una culebra.

De inmediato, Padilla fue trasladado, en un vehículo de un hermano, a la clínica de Santa Cruz; mientras tanto, una unidad de la Cruz Roja hacia lo propio con María Magdalena.

La boa, con la panza llena, fue sacrificada por el papá de la niña y trasladada por miembros de la Cruz Roja hasta el servicio de emergencias, para descartar que fuera venenosa. En la zona es frecuente ver serpientes.

"Gracias a Dios sólo fue el susto", dijo la madre de la niña, mientras ella, sin saber que su animal preferido descansaba en la panza de la boa, seguía preguntando: "¿Dónde está mi conejito?".