Desde mi espejo
Esa luminosa aliada Haydée de Lev
Actriz
Hace muchos años, hice mis compras en un supermercado recién inaugurado y me coloqué ante una de las varias cajas para pagar. La cajera marcó y pasó las mercaderías, las cobró, me entregó el tiquete de las compras, las puso en las bolsas respectivas y las hizo a un lado del mostrador, todo eso sin mirarme ni una sola vez, ni decir: "Gracias".
Su rostro reflejaba mal humor y hostilidad.
Cuando me entregó el tiquete, escribí en el reverso: "Una sonrisa cuesta menos que la electricidad y da mucha más luz", del escritor francés Dorgelès. Se lo dí y le dije: "Tome, señorita, le va a servir".
Semanas más tarde, volví al mismo establecimiento y, al pasar por una de las cajas, quien la atendía me miró, me sonrió y me dijo: "Gracias, señora, me sirvió de mucho".
A pesar de mi problema de no recordar rostros ni nombres, la reconocí y le devolví la sonrisa.
¿Qué nos pasa que ya no sonreímos, ni saludamos al prójimo, ni devolvemos un saludo?
Cuando llegué a radicarme en Costa Rica, me sorprendió y me encantó de su gente la amabilidad y la cortesía, que ahora sólo se reservan para los turistas.
Sonreír le hace bien a quien da la sonrisa y a quien la recibe, y eso hay que hacerlo con la gente, sin importar ni su acento, ni su color de piel, ni su nivel social.
Sonriamos, entonces, para que la vida, difícil de por sí, tenga un poco más de luz.
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