Pido la palabra

Pura vida de exportación

Nuestro “pura vida” es de exportación, según pude comprobar uno de estos días en Ciudad Panamá.

Aunque quizás ya no somos tan “pura vida” –me refiero al estilo de sentir– a fuerza de los tiempos modernos, que invitan a la desconfianza y al “hoy por mí y mañana por mí”. Está también el “pura vida” como expresión, nuestro sello, más que el gallo pinto. Se transmite de generación a generación, sin distingo de clase social.

Lo usa tanto el limpiabotas del parque como el gerente de empresa; el mortal, común y corriente, y el “pipi”, aunque este con un tono “superpuravida”.

Tiene mil y un significados –me atrevo a decir que como pocos en el mundo- según el cómo, el cuándo, el dónde y con quién se diga, pero usted, sin duda, lo sabe mejor que yo…

Le contaba del otro día en Panamá. Almorzaba en un restaurante en plena zona turística, cuando se me acercó un comerciante. Me puso sobre la mesa tres perfumes; el último, un “Eternity” a $5.

Como dejé pasar la oferta, intentó por otro lado: “¿Te consigo una hembra bien buena?”; ahorita no, le respondí.

Me preguntó, entonces, de dónde venía. “¡De Costa Rica!”, le dije. “¡¿Cómo?, si los de Costa Rica son pura vida! Llévate este perfume”, insistió confiando, quizás, en su atinado “pura vida”. “¿Y una hembra?”, volvió a preguntar. “Ahorita no”, le respondí otra vez, antes de un pura vida que se me salió sin pensar.