Pido la palabra

Comején en las palabras

Tres Patines y Cantinflas patentaron un tipo de lenguaje único, muy propio de ellos y de nuestra malicia latina: expresar mucho sin decir realmente nada.

Es un don. Y quienes lo ejercitan con pericia (más de lo que imaginamos) merecen el premio a la Lengua con Diamante.

Esta acrobacia verbal, que ni Tarzán ni Chita superarían, surge con esplendor cuando a alguien le activan la caja registradora y debe rendir cuentas por su trabajo o actos.

¡Ah, las que debemos oír! Por dicha, la risa siempre gana el campeonato al llanto...

En la Universidad de Navarra, España, han utilizado el modelo lingüístico de “Tres-Can” para enseñar el funcionamiento de ese pasodoble de palabras.

En una de las lecciones entregaban una hoja con 30 frases repartidas en cinco columnas. Luego las leían en desorden, como una gallina picoteando maíz.

El resultado era increíble. Se leyera por donde se leyera; de arriba abajo y de derecha a izquierda, siempre se formaba un discurso político o burocrático de los cientos que escuchamos y leemos en los medios. Era el arte de hablar mucho sin decir nada.

Cuando se zarandeaba aquella oratoria rimbombante, las palabras, sonrojadas de vergüenza, escapaban en tropel y solo quedaba un tufillo a estafa de ideas. La técnica es hablar bonito, y salados los tontos que busquen contenido.