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Solemnidad de Corpus Christi El Cuerpo y Sangre de Cristo Mario Montes Moraga, Presbíteroredaccion@aldia.co.cr Celebramos, hoy domingo, la solemnidad del Corpus Christi. Es decir, del Cuerpo y Sangre de Cristo, que nos hace honrar y adorar la presencia del Señor en la Eucaristía. Hoy la Iglesia quiere celebrar y expresar su fe y amor en esta presencia del Señor, en el Santísimo Sacramento del Altar. El Jueves Santo celebramos su institución; hoy celebramos el misterio de su prolongación, después de la santa misa, en las especies eucarísticas del pan y del vino consagrados. El Señor se queda en medio de nosotros, para que pueda ser adorado. Por ello, hoy recorre nuestras calles y nuestros pueblos, para que le tributemos el culto que se merece. Este es el día de la Eucaristía, ocasión para adorar a Jesús Sacramentado, pero también para que descubramos al Señor en la palabra y en el sacramento. La multiplicación de los panes realizada por Jesús, lo presenta como el profeta de los últimos tiempos (ver Lucas 9,11-17). Al mismo tiempo, el acontecimiento anticipa el gesto realizado por Él en su última cena pascual, cuando el Señor entrega a la comunidad, en el pan y en el vino, el signo sacramental de su presencia. El don del pan en el desierto inaugura el tiempo nuevo de la fraternidad, que anuncia y prefigura la plenitud de la comunión con Él y con la nueva humanidad, en el Reino de Dios. Los discípulos de Jesús, en esa tarde cerca de Betsaida y a lo largo de toda la historia de la Iglesia, están llamados a colaborar con Jesús, para conseguir el pan para sus hermanos. Pues si Jesús dice: “denle ustedes de comer” (ver Lucas 11,13), y le sobran doce canastos llenos de pan, Él nos enseña que si todos los seres humanos comparten lo que tienen, a nadie la faltará nada: cada quien tendrá lo suficiente para vivir dignamente. Todavía mucho sobrará, en especial, para los pobres. Esto vale para nuestra sociedad, en que, a veces, pocos tienen mucho y muchos, muchísimos, tienen poco o nada. Si existiera verdadera justicia y equidad, todos y todas podrán recibir, además del pan material, todo aquello que necesitan: vivienda, salud, educación, trabajo, cultura y oportunidades. “El pastel o el queque alcanza para todos y todas”, simplemente hay que saber repartirlo... como hicieron Jesús y sus discípulos. Nosotros, los actuales seguidores de Jesús, somos los mediadores del Reino. A través de los que creemos en el Señor, debe llegar a todos los hombres y mujeres el pan del bienestar material, que permita una vida digna de hijos e hijas de Dios, el pan de la esperanza y de la gratuidad del amor, sobre todo, el pan de la Palabra y de la Eucaristía, sacramento de la presencia de Jesús y de su amor misericordioso en favor de todos los seres humanos. |
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