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Domingo 10 de junio, 2007, San José, Costa Rica. |
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Mañana se juega la vida contra Isla Guadalupe Selección sigue en tinieblas La Tricolor no sostiene la ventaja y corre serio peligro de quedar eliminada Antonio Alfaroaleaguilar@aldia.co.cr Miami, EE.UU. - Jervis Drummond se quitó la camisa, como si quitará de encima la desazón apenas finalizó el partido. También lo hicieron Centeno y Núñez, con evidente desánimo. Saborío se inclinó hacia delante, clavó su mirada al suelo y se sostuvo apoyado con ambas manos en sus rodillas. Costa Rica había buscado la victoria de todas formas, dominó, se esforzó, mejoró, pero no lo consiguió. El “Macho” Ramírez llegó a darle una palabra de consuelo y una palmada en la espalda a Saborío, luego lo hizo Tulbovitz, pero el delantero se quedó ahí. El día no había iniciado de la mejor forma. “Ya son muchas malas noticias”, había dicho Medford en la mañana, en torno al dolor que embargaba al grupo por el fallecimiento del hermano de Cristian Bolaños. En la noche salieron a partirse en la cancha, a dedicarle la victoria a su compañero, a buscar el triunfo –no solo en lo anímico sino también en lo táctico- a presionar al rival, a propiciar el error. Haití lo sintió, aunque pasados unos cuantos minutos logró salir y hasta demostrar –más bien confirmar- con un tome y deme de balón, que ya no son los torpes caribeños. La adversidad estaba en todas partes. En las gradas teníamos todas las de perder, contra una afición por lo menos el doble más grande. Los ticos, superados en cantidad pero no en empuje, unieron gargantas, los de Miami y los venidos desde Costa Rica, y empujaron al equipo. Por momentos hasta lograron que se oyera el “tiiicoos tiiicoos”, mientras en la cancha se apostaba por el riesgo. Un Centeno que quiso armar desde atrás, casi desde la defensa, en ocasiones recogiendo la pelota al frente de Víctor Cordero, poco a poco se atrevió a irse al frente, aunque significara dejar solo a Azofeifa en la contención. En el campo estaba Michael Barrantes, pero desde el inicio se había ido al frente, hasta quedar justo detrás de los delanteros. Era él quien se lanzaba como perro tras su presa a presionar la salida rival. Costa Rica quería atacar, se notaba la intención: lanzar el pase de profundidad a los extremos, para la subida de los laterales, pero ni Leo González ni Andrés Núñez lograban la penetración necesaria o el centro preciso. Medford se agarraba la cabeza con las dos manos en la nuca, cada vez que las buenas intenciones se quedaban en eso, meras buenas intenciones, ante el pase mal dado, interceptado o la decisión incorrecta. La combinación Saborío-Fonseca daba esperanzas, un cabezazo en el poste de Rolando y un remate que Fonseca no empalmó bien frente al área, donde Álvaro se la había bajado. Apareció también el intento desde media distancia, una y otra vez, con varios intentos de Barrantes, otro de Azofeifa, uno de Núñez… ¡Y Medford seguía agarrándose la cabeza! El equipo jugaba bien pero el gol no llegaba. Tanto empuje tenía que terminar en gol, como sucedió en ese pase de Leo González a Saborío. Álvaro, que se sabe al dedillo el libreto del “pivote” frente al área, se la sirvió apenas a Centeno, un hombre que en las Copa Oro se asocia del gol. Centeno anotó el justo gol, pero de nuevo, como en el primer juego, la Tricolor no supo sostener la ventaja.
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