Sexto Domingo de Pascua
Ascendió al cielo Mario Montes Moraga
Presbítero
Celebramos hoy la Ascensión del Señor Jesús a los cielos, su glorificación y exaltación. Cristo ha sido glorificado por Dios, constituyéndolo como Señor del universo. San Lucas, tanto en el Evangelio, como en los Hechos de los Apóstoles, nos dice que Jesús, después de su resurrección, hizo frecuentes visitas a sus discípulos y luego regresó a los cielos (ver Hechos 1,1-11; Lucas 24,46-53).
Jesús ha sido glorificado por Dios, su padre, no sin antes enviar a los apóstoles a evangelizar y bautizar en nombre de la Santísima Trinidad, prometiéndoles que estaría con ellos siempre, hasta el final de los tiempos (Mateo 28,16-20).
No debemos entender que esta ascensión es una salida de Jesús de este mundo, como una ausencia del Señor, como cuando se mueren los seres queridos y ya no están con nosotros físicamente. No es que Jesús se fue para un día regresar…
Es que Jesús, propiamente hablando, no se va, sino que es exaltado, glorificado.
Su segunda venida no será un “regreso” del Señor que estaba “ausente”, sino la “manifestación gloriosa” de ese Jesús que siempre ha estado presente en el mundo, en la Iglesia y en la historia. Además, Dios no vive “allá arriba”, sino que Cristo vive en la fuente de toda realidad. “Ascender” significa entrar en la realidad de Dios, entrar en lo más profundo de cuanto existe, de forma que Cristo continúa vivo, en la raíz misma de la vida y de la historia nuestra.
Celebramos hoy que Cristo es el Emanuel, Dios con nosotros, que está para siempre con nosotros (ver Mateo 1,23; 28,20). Así como Él entró en su gloria, esto es, como Señor glorioso, así Él se manifestará un día, para dar fin a la historia. Poco importa cómo nos imaginemos la forma en que subió (si se fue volando) o cómo volverá (lleno de luz, en una aparición en las nubes), sino que lo importante es que Jesús no se ha ido del mundo. Se ha quedado con nosotros para siempre, de manera misteriosa pero actuante.
Es el Señor del universo y de la historia. Al ser glorificado, nosotros somos llamados por Dios a participar de su gloria.
Nos toca continuar su trabajo, hacer su obra: evangelizar, curar, visitar a los enfermos o encarcelados, velar por la familia, ayudar a los que nos necesitan, ser, en fin, las manos y los pies de Jesús, para que Él lo siga haciendo por medio nuestro.
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Jesús subió al cielo de forma gloriosa y envió a sus apóstoles a evangelizar en nombre de la Santísima Trinidad. Internet.
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