Gabriela Solano
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Despojado del ropaje de estrella y con una sencillez que nos recuerda al inolvidable Chavo del Ocho, Roberto Gómez Bolaños tomó por tercera ocasión el auricular para conversar con Al Día.
De una vez no titubeó al reiterar la admiración que siente por nuestro país, al cual llegará este lunes a las 7 p.m.
Su misión será presentar su popular obra “11 y 12” en el Mélico Salazar, cuyo recinto colmará de risas de miércoles a domingo.
Pero eso no fue lo único que se animó a responder. Prometió dos nuevos libros, pequeños escritos en los que retrata dos de sus pasiones: la risa y el fútbol, este último venido a menos, según dijo el hincha del América.
Nos visita con la obra “11 y 12”. ¿Qué nos puede decir sobre ella?
La obra no tiene nada que ver con el Chavo o el Chapulín. Lo que si les prometo es que es divertidísima. Les garantizo que se van a reír mucho todos los ticos a quienes tanto quiero.
¿Qué otros aspectos la harán interesante para los ticos?
Hay algunos elementos que podríamos llamar picantes. Trata un tema relacionado con sexo, pero sin ofender al espectador, y no cualquiera lo logra, porque ahora es común el uso de groserías y dobles sentidos.
¿Cuál es su mayor satisfacción hoy?
Escribir. Lo hago frente a una computadora que uso como máquina de escribir de lujo. Me encanta porque puedo retroceder, aumentar y borrar. Yo no tengo horario para redactar, lo hago más bien cuando puedo.
¿Es amigo de la Internet o la mantiene a distancia?
Me parece interesantísima, pero no la puedo practicar. La cantidad de información que podría obtener es tanta que me exigiría un manejo estupendo; me llevaría tiempo y no creo que me quede mucho (se ríe levemente).
¿Publicará pronto?
Sí. Un ensayo acerca de la risa, la cual me ha acompañado toda la vida. Otro que va a provocar un poco de sorpresa, porque es un libro con el que me despido del espectáculo que representa el fútbol, del cual he sido seguidor toda la vida. Mi maestro futbolístico de joven era tico, Rafael Muñoz (el “Tico Muñoz”).
¿A qué equipo le va?
Al que va en el último lugar, al América. Estamos mal y hundidos en el problema que le critico al fútbol. A mí me enseñaban como no lastimarme cuando caía, ahora los jugadores ven como caer para “faulear” al contrario.
Nosotros nos reímos de su ingenio. Pero ¿usted de qué ríe?
De muchísimas cosas, lo malo para mí es que no sé expresarlo físicamente. A veces estoy muerto de risa por adentro, pero no me sale una carcajada. No me gusta el humor destructivo que se usa ahora en muchas partes. Sigo embelezado con El Gordo y el Flaco, Chaplin y Benny Hill.
¿Qué programa de televisión le recomendaría a los niños?
Ah caramba, está difícil. No encuentro uno, cada vez veo más violencia y descaro sexual, tampoco soy moralista, pero hay límites los cuales son señalados por un juez inexorable conciencia.
Usted siempre ha estado al tanto del mundo. ¿Cómo ve la situación de México?
Lo veo metido en grandes problemas, pero con ellos hemos convivido por lo menos desde el siglo pasado y lo que va de este. No soy un hombre al que le gusten los apasionamientos ni siquiera los nacionalismos. Cualquier exceso de fanatismo me molesta, creo que hay ser imparcial y sobre todo vivir en democracia.
¿Qué opina sobre el conflicto en colombia por las Farc?
No comparto la tesis de los movimientos revolucionarios violentos. No me incumbo en otros asuntos, pero en cualquier país el terrorismo y el recurso de la violencia es condenable; no lo justifico ni siquiera para obtener una independencia.
Sus “hijos”
Durante la entrevista, el famoso escritor también reveló algunos detalles sobre sus series.
Por ejemplo, contó que todas las familias en la vecindad del Chavo eran disfuncionales porque no era posible poner a muchos miembros de la familia y darles igual porcentaje de actuación. Quería que todos tuvieran su propia personalidad.
¿Por qué no se casó doña Florinda con Jirafales?. Él asegura que el romance estaba muy bien construido y agregó, “creo que no se me ocurrió”.
La torpeza del Chavo y el Chapulín a veces no son obra de su imaginación. Él mismo las ha vivido.
A Quico lo conoció en la vida real. Era un niño insoportable por consentido.
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