Alejandro Arley vargas
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Tomó la decisión en segundos. Al calor del momento. Sacó la pistola, que traía escondida en el pantalón, y disparó en dos ocasiones contra un joven que lo amenazó minutos antes con un arma.

Tiene cara y voz de chiquillo; no llega ni a los 17.

Cuando cometió el crimen, su vida transcurría lejos de las aulas, entre la cerveza, los pleitos y amenazas de adversarios.

La noche que cambió su vida para siempre, no soportó una agresión de su rival de barrio, lo encaró y lo hirió mortalmente en la cabeza y el pecho.

El adolescente, quien descuenta una pena de siete años de prisión por homicidio, figura en el grupo de 17 menores sentenciados este año, o detenidos provisionalmente, en el Centro de Formación Juvenil Zurquí, en Santo Domingo de Heredia, por delitos contra la vida.

Según datos del OIJ, en lo que va del 2008, siete menores de edad recibieron una sentencia por participación en homicidios.

En total, 10 están involucrados en hechos de sangre.

El jueves pasado, dictaron dos meses de prisión preventiva a un menor de 16 años detenido por su presunta participación en el homicidio del taxista Luis Enrique Sequeira, en Boca Arenal de Cutris, San Carlos.

Lo que sorprendió al director regional del OIJ, Melvin Gómez, fue que el menor y un adulto de 20 años, sospechoso de disparar contra el taxista, habrían planeado el asesinato solo para sentir lo que es matar a alguien.

Testimonio escalofriante

¿Cuáles son los caminos que conducen a un adolescente a cometer un homicidio o ser cómplice del hecho?

El joven que mató a su rival en un barrio capitalino, conversó brevemente con Al Día en uno de los cuartos del Centro Zurquí.

No habló con cinismo, frialdad ni satisfacción. Era algo así como escuchar el relato de un colegial que se “jaló una torta”.

Este es parte del testimonio:

“Yo tenía broncas con el chavalo y otra gente. Antes nos habíamos agarrado a balazos con ellos.

“Esa noche me cogió por el cuello y me amenazó con una pistola en las costillas. Le dije que se quedara tranquilo. Si hubiera querido matarme, lo hace porque me agarró desprevenido.

“El mae se fue. Yo estaba muy enojado y quería buscarlo. Una chavala me dijo que no fuera, pero no le hice caso.

“Al rato me fui solo hasta donde él estaba, para demostrarle que uno no tiene miedo.

“(...) Cuando lo topé, me tiró dos botellas de vidrio, me quiso alzar bronca y saqué la pistola. Le disparé dos veces.

“Yo andaba armado desde los 15 años, por una cuestión de defensa. Mi hermano me dio la primera, y luego yo tuve tres más.

“Donde yo vivía es peligroso; en cualquier momento lo acostaban a uno. A mi hermano lo mataron; él estuvo en la cárcel”.

Drogas, alcohol y violencia

Especialistas consultados por Al Día coinciden en que la desintegración familiar, la violencia, el consumo de drogas o alcohol y la influencia de adultos, son parte de las causas del problema.

El experto en criminología Gerardo Castaing aseguró que una parte de los homicidios pasan porque el menor desea demostrar fuerza, darse a respetar y ser líder de un grupo.

Ada Luz Mora, psicóloga de la Dirección General de Adaptación Social, explicó que el fácil acceso a las armas es otro elemento que puede propiciar un delito.

“En muchos de los casos, el arma la consiguen con familiares”, expresó Mora.

La psicóloga tiene a su cargo el Programa Nacional de Atención de la Población Penal Juvenil.

Comentó que los jóvenes, por inmadurez e impulsividad, pueden ser motivados por adultos para que maten.

Francisco Segura, subdirector del OIJ, expresó que la presión de un grupo podría ser uno de los factores que empujen al menor a matar. “El problema es integral, sumamente complejo”, indicó.

Otro aspecto que destacó es el abuso de sustancias lícitas como las bebidas alcohólicas o drogas. “Son disparadores de la violencia”, manifestó Segura.

El Subdirector del OIJ recalcó que no se puede estigmatizar la pobreza como un motivo para delinquir, pues conoce homicidas de todos los estratos sociales.

Castaing indicó que muchos de los menores homicidas pueden actuar por imitación.

“Ellos suelen ser testigos de mucha violencia en su entorno y, por eso, el resultado es más violencia”, subrayó.

Colaboró: Edgar Chinchilla, Corresponsal en San Carlos.

“Internarlos es la última opción”

Ada Luz Mora. Psicóloga de Adaptación Social

¿Debe un menor ir a la cárcel por cometer un homicidio?

La cárcel se debe utilizar de manera excepcional, pues no los ayuda. Internarlos en el Centro Zurquí es el último recurso.

¿Qué otras sanciones se aplican entonces?

Hay otras opciones, como la libertad asistida. El menor debe presentarse, por ejemplo, a programas de crecimiento personal o terapias psicológicas, como lo hacen los sentenciados por delitos contra la vida. Si no cumplen con las citas, o no respetan las reglas, entonces, se aplica la privación de libertad.

¿Por qué evitar que vayan a la cárcel?

Por su edad y etapa de desarrollo, tienen muchas posibilidades de salir adelante, estudiar, conseguir un trabajo y dejar adicciones, si las tienen.