Erick Carvajal M.
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El 7 de junio pasado, el volcán Arenal se despertó de pocas pulgas, una explosión de gas y cenizas, de dos kilómetros de altura, fue el tamaño del berrinche.

Cinco días después, seguía de mal humor. Son las 7:30 de la noche del jueves pasado, y estoy frente al coloso esperando que una nube se quite para verlo.

Si antes era maravilloso observar las piedras al rojo vivo, bajar a toda velocidad, ahora no hay una palabra que pueda definir lo que estoy viendo.

La nube que cubre el cono permite ver el reflejo de los colores rojos, anaranjados y amarillos de una explosión.

Segundos después, por un cañón que se hizo luego de la actividad de la semana pasada, empieza a bajar un río de roca fluida.

Hay un silencio, las luces de las cámaras fotográficas parpadean y la gente grita de la emoción.

Hester Lipsant, de Carolina del Norte, está a mi lado y no puede decir nada.

Es la primera vez que está en Costa Rica y también, la primera vez que ve un volcán en plena actividad. Le pregunto que si no le da temor y me responde que no. “Esto es hermoso, increíble”, agrega mientras toma una fotografía.

Todo dura unos minutos y desde ya espero que la próxima erupción sea mejor que la anterior.

A mi alrededor hay 40 personas. La mayoría extranjeros: estadounidenses, mexicanos, europeos y sudamericanos.

Estoy en un mirador natural y gratuito, que queda un kilómetro al este de la entrada principal del parque nacional. Desde aquí el volcán se ve de frente y no se escapa un detalle.

Altas temperaturas

Eliécer Duarte, científico del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) me comentó, el miércoles pasado, luego de estar cerca del coloso, que la grieta que se hizo en el lado suroeste es de unos 80 metros de ancho y de unos 60 metros de profundidad. Por allí es donde se está deslizando todo el material.

La roca fluida sale del cono a una temperatura de mil grados centígrados y enfrenta un choque térmico pues afuera el clima está en unos 22 ó 24 grados.

Hay piedras que con dos días de estar depositadas en las faldas del volcán conservan temperaturas en su núcleo de unos 500 grados centígrados.

El Arenal es un volcán joven, que según Duarte, está en pleno crecimiento y que por el momento, presenta una actividad normal para su edad.

Si el Arenal fuera una persona, yo diría que es como un chiquillo de esos inquietos, malcriados, que tienen la imperiosa necesidad de llamar la atención a toda costa y como sea.

Y sin duda alguna lo logra. Prueba de ello, es que estoy aquí, al pie de este “chiquillo”, a las 7:30 p.m. de un jueves, con decenas de turistas de todo el mundo, atraídos por los berrinches de este fenómeno de la naturaleza.