Lázaro Malvarez
Periodista

Cuando muchos reservábamos espacio y boleto para una de las grandes peleas del 2008, Floyd Mayweather hijo dejó a Óscar de la Hoya vestido y con deseos de ganarse otra bolsa millonaria.

“El niño bonito” (Mayweather) y “el niño dorado” (De la Hoya) tenían previsto medirse en una pelea revancha, en septiembre en Las Vegas, pero el terrible Floyd anunció nuevamente su retiro del boxeo, alegando que ya no siente la pasión para seguir combatiendo.

Mayweather, con récord de 39-0 y 25 nocáuts y seis campeonatos mundiales en cinco categorías diferentes, derrotó a De la Hoya por decisión dividida, en la pelea más lucrativa de la historia y aunque se embolsó casi 50 millones de dólares, su interés por el pugilismo ha decaído en los últimos 18 meses.

El mejor boxeador libra por libra del momento está más interesado en ser una celebridad dentro y fuera de Estados Unidos, que en boxear. Primero apareció en el programa “Bailando con las estrellas”, luego se centró en su compañía discográfica y a principios de año participó en una farsa de lucha libre, contra un rival de 200 kg.

También tuvo dos cortas apariciones en un programa de realidad simulada, sobre la dinámica familiar del clan Mayweather, todo por ganarse el cariño de millones de personas, que lo admiran como peleador, pero que no le dan trato de estrella.

Para el boxeo, el retiro de Floyd se compara con el de Michael Jordan de la NBA, con la diferencia de que el baloncesto contaba con otras estrellas y el pugilismo de hoy anda de capa caída.

Otros grandes peleadores como Mike Tyson, Sugar Ray Leonard, Roberto “Mano de Piedra” Durán y el mismo De la Hoya se fueron y regresaron. Ojalá y esta sea solo una payasada más del excéntrico Mayweather.