Domingo 16 de noviembre de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | XXXIII domingo del Tiempo Ordinario
Entra en el gozo de tu Señor
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    Jesús nos pide trabajar por su reino para que no se nos expulse ni se nos destruya. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Hoy se nos ofrece un evangelio propio de los últimos días enmarcado en las alabanzas a la mujer hacendosa (Proverbios 31, 10) e ilustrado por una llamada a la espera ansiosa de Jesucristo (1 Tesalonicenses 5, 1- 6).

El texto de San Mateo con una parábola nos habla de lo que pasará al final, cuando el Señor regrese a pedir cuentas.

El texto nos compara el reino con un hombre inmensamente rico que sale de viaje y decide repartir el control de sus negocios entre sus siervos. Él les da plenos poderes y recursos incontables a cada cual según su capacidad. Les entrega uno, dos y cinco talentos. El talento, más que moneda, es un monto casi incalculable: unos cien años de salarios mínimos de un obrero.

El Señor se va y tiempo después regresa a pedir cuentas.

Los resultados los va a determinar el compromiso de los siervos. El que recibió cinco talentos produjo otros cinco; el que recibió dos, otros dos.

El pasaje a la vez nos permite entender algo: tan solo creer en Jesucristo no basta para la perfecta relación con Dios. La salvación es ciertamente gratis y nosotros solo debemos extender la mano para recibirla.

Pero esa salvación abre en Dios una expectativa con respecto a mí: me da responsabilidades con Dios, conmigo mismo, con los demás y con el mundo creado.

Si la salvación es gratuita y no depende de mí. La santidad sí que depende de mi compromiso, entrega y de mi capacidad de imitar a Jesucristo. Seré santo si me empeño en las cosas del Señor y si invierto los talentos que me ha dado en la enorme tarea de amar.

La decepción le viene al Señor frente al que recibió un talento. Este se dejó ofuscar por el miedo a Dios, porque sabe que el Señor “cosecha donde no siembra y recoge donde no ha esparcido” y por ello prefiere enterrar el dinero.

No quiere arriesgar nada. La reacción del Señor es tremenda. Lo llama “servidor malo y perezoso”, le quita el talento y le echa de casa por su falta de compromiso.

San Mateo nos vuelva a citar el pasaje de 13, 12, aquel que dice: “a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”.

Esto se refiere al éxito que logran los que se apasionan con las cosas de Dios, lo que les da un éxito indudable en sus metas. No se puede vivir la espera del Señor con simpleza, con los brazos cruzados. Debemos asumir esa espera con todo entusiasmo, con una responsabilidad proporcional, la responsabilidad en la forja del destino del mundo.

¡Vamos a trabajar por el reino para que no se nos expulse ni se nos destruya! Lo nuestro es el reino, debemos entregarnos por él, comprometernos por él.

Debemos invertirlo todo y así empeñarnos en la construcción del proyecto que Dios nos entregó en Jesucristo.

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