Teodoro Evans, neurocirujano
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“Llegué al Hospital México a las 6:30 de la mañana a pasar visita con los residentes.

“A las 12:30 de la tarde, empecé una cirugía a un paciente de 17 años. La operación era en la columna porque el muchacho tenía dos hernias.

“Cuando empezó el terremoto, tenía un aspirador dentro del cuerpo del paciente. Lo solté de inmediato y me apoyé en la mesa de operaciones.

“La electricidad se fue y quedamos totalmente a oscuras. Sentí que las paredes se iban a derrumbar. La luz de emergencias empezó a funcionar, pero se apagó como 10 segundos después.

“No podía abandonar al paciente. El camillero Herman Murillo consiguió un foco común y corriente y con eso continuamos la cirugía.

“De pronto, alguien empezó a gritar que había un incendio y que debíamos salir. Resultó que fuera del quirófano la gente vio polvo y creyeron que era humo.

“Afortunadamente, nos faltaban como 20 minutos para terminar el procedimiento.

“Cuando finalizamos, busqué a los papás del joven que estaban esperando noticias. Los vi llorando, y pude decirles que todo estaba bien”.